“Bobby, trae tu guitarra y cántanos una buena canción”.
“Sí, Bobby, bring your guitar and sing ‘Sabor a mí’. You know, es una de mis favoritas”.
“Hey, Bobby’s here! Que empiece la fiesta, llegó Bobby!”
“Órale, Bobby, aviéntate unas buenas, como la otra vez”.
Bobby y su guitarra. Bobby el trovador. A donde fuera que Bobby iba, las canciones lo seguían.
Pero no más.
Robert Lee Benton Jr., orgulloso hijo del Barrio Anita, murió el domingo 24 de marzo rodeado de su impactada y afligida familia. Sufrió un aneurisma el 22 de marzo. Tenía 80 años y se preparaba para celebrar su cumpleaños el 10 de abril con familiares y amigos en el club Marine Corps League Detachment en Sur Tucsón. Con su guitarra, por supuesto.
“Cuando llegaba, le gente luego luego le preguntaba dónde estaba su guitarra”, dijo Pat Benton, quien llevaba 51 años casada con él. Le encantaba que le preguntaran.
Bobby, que disfrutaba mucho de contar chistes, representaba todo lo bueno y lo bello de Tucsón, de su historia y su cultura. No era un empresario reconocido. Su nombre no está en ninguna pared de la Universidad de Arizona. No se le celebraba por el servicio a la comunidad que representaban las horas cantando las coplas tucsonenses y las canciones que aprendió de sus tíos y otros familiares en las reuniones en el Barrio Anita.
Era tan mexicoamericano como era posible.
Su hija, Cristina Benton, dijo, “amaba la historia de su familia. Era un tucsonense orgulloso”.
Bobby AMABA Tucsón. Era tan confiable como los chubascos que bañan el suelo desértico al final del verano. Sus canciones eran parte del paisaje sonoro de la Pimería Alta como las palomas de las mañanas. Su alma era tan acogedora como el amanecer en las Montañas Rincon.
“En cuanto oías su voz, te hacía sonreír”, dijo Ted Ramírez, también guitarrista de Tucsón, quien seguido cantaba con Bobby. “Y así era con toda la comunidad”.
Pat, quien fue periodista del Arizona Daily Star, diario hermano de La Estrella de Tucsón, dijo que Bobby, músico autodidacta, no se consideraba a sí mismo un buen guitarrista a pesar de que practicaba constantemente. Pero para los amigos de Bobby, era el mejor. Y eso era lo más importante. Lo que importaba era que Bobby y su guitarra estaban presentes y listos para revivir nuestros recuerdos culturales –y para crear otros nuevos– siempre que se lo pedían.
“Daría lo que sea por volverlo a oír cantar”, dijo su hija, quien solía hacer duetos con su papá.
Pat dijo que grabó cuatro discos. Uno de los discos en los que lo podemos escuchar es “Heroes and Horses: Corridos from the Arizona-Sonora Borderlands”, una grabación de Smithsonian Folkways Recordings del año 2002 producida por el folclorista de Tucsón James “Big Jim” Griffith. Bobby y el tucsonense Oscar González interpretaron tres clásicos: “El Moro de Cumpas”, “El Corrido de Nogales” y “La Cárcel de Cananea”.
Pat dijo que Bobby nunca quería ser protagonista. Le gustaba compartir, dijo. Muchas veces Bobby se unía casualmente a otros músicos conocidos a nivel local y nacional. En cualquier parte de la ciudad que estuviera el también tucsonense Eduardo “Lalo” Guerrera, ahí llegaba Bobby.
Aunque Bobby era un buen conocedor de la música popular, le encantaba sacar canciones menos conocidas de la música mexicana. También entonó el himno nacional en varios eventos con el orgullo de un soldado.
Ramírez dijo que Bobby representaba la tradición musical oral de pasar canciones y su método de tocar la guitarra. “Representaba una era de música mexicana que parece estarse borrando”, dijo Ramírez.
Bobby empezó a cantar siendo niño en la Iglesia Católica de la Sagrada Familia, al norte del centro histórico de la ciudad, en el vecindario de Dunbar/Spring, del otro lado del Barrio Anita. Cantó también en Santa Margarita en Barrio Hollywood y en otras iglesias. Mantuvo esa parte, pero con el tiempo tocaba y cantaba casi en cualquier lugar.
Estuvo en varios grupos de la comunidad, como Los Descendientes del Presidio de Tucsón.
Ramírez dijo que Bobby, veterano del U.S. Army, tenía muchas dimensiones que venían de ambos lados de su familia mexicoamericana. Su abuelo Benton tenía una mansión en Snob Hollow, y su mamá, Amelia Téllez, descendía de un soldado del Presidio de la época colonial de Tucsón. La mamá de Bobby de 105 años y su hermano menor, Eugene Benton, murieron en el 2017.
Una de las máximas alegrías de Bobby fue su participación en “Historias del Barrio”, producciones de Borderlands Theater. Escenificadas al aire libre, “Historias del Barrio” ofrecía narraciones de los barrios Viejo y Anita. Bobby fue pieza clave de ambas producciones, no sólo porque tocaba y cantaba, sino por su profundo conocimiento de la historia, las familias y tradiciones de esos barrios.
Marc David Pinate, director artístico de Borderlands, dijo que Bobby era generoso con su tiempo y siempre contó con él para encontrar músicos que cantaran en la obra o viejos residentes de esos barrios que recitaran historias.
“Te hacía sentir como familia. Te hacía sentir seguro, cómodo, como un tío en el que podías confiar”, dijo Pinate.
Cristina dijo que su papá era grande en tradiciones y familia. Su papi veía a todo mundo como familia.
“Amaba la vida. Amaba a la gente”, dijo.