Como estudiante indígena de postgrado en la Universidad de Arizona, Amanda Cheromiah ha encontrado numerosos obstáculos. Pero la estudiante en su segundo año de doctorado en educación superior ha perseverado. Muchas veces corriendo.

Ahora quiere compartir sus experiencias con otros. Cheromiah realizó un documental de 70 minutos sobre 11 corredores indígenas y cómo utilizan la carrera para hacer frente a las vicisitudes diarias de la vida. El filme, dijo, revela su fuerza colectiva al correr.

“Podemos proclamar nuestras narrativas como indígenas, porque nuestra gente ha estado corriendo desde tiempos inmemorables y eso realmente captura estas narrativas”, dijo Cheromiah, de 33 años, quien proviene de la tribu Pueblo Laguna del norte de Nuevo México.

Su filme, junto con un documental corto realizado por Alejandro Higuera de la Nación Pascua Yaqui y empleado en la oficina de admisiones de la UA, se presenta el domingo 5 de mayo a las 6 p.m. en The Loft Cinema, 3233 East Speedway Boulevard. El corto de Higuera se enfoca en una carrera espiritual que él y otras personas realizaron en Sonora, tierra original de los yoeme.

Visité a Cheromiah y su compañera de estudios Felise Tagaban, cuya madre es diné (navajo) y su padre filipino/tlingit, una tribu del Pacífico Noroeste. Platicamos de sus experiencias como estudiantes indígenas.

Además de sus estudios, las dos participan en el programa de mentores Native SOAR (Student Outreach, Access and Resiliency, que en español significa Enlace, Acceso y Resiliencia de los Estudiantes) de la UA. Trabajan con estudiantes de la universidad para ayudarlos y alentarlos a permanecer en la escuela, y reclutan a estudiantes indígenas de preparatorias y secundarias para que vayan a la UA.

La UA puede ser un espacio difícil para los estudiantes indígenas. Son prácticamente un puñado entre las decenas de miles de estudiantes. De acuerdo con los registros de la UA (Fact Book), en el periodo escolar 2017-2018 había menos de 600 estudiantes indígenas de una población total de 45,000 estudiantes.

Los estudiantes indígenas frecuentemente se encuentran a sí mismos en un aislamiento cultural. Muchos de ellos vienen de comunidades que comparten valores colectivos, pero la universidad premia los logros individuales. Para algunos estudiantes indígenas, la nación de los Wildcats no es una nación indígena.

“Siento que como constantemente tenemos que recordar a miembros de la facultad y a líderes administrativos sobre nuestros problemas, nuestros problemas históricos, siento que eso ha sido una lucha en el salón de clases y en nuestro rol general como parte de la familia de los Wildcats”, dijo Tagaban, de 41 años, quien cursa el primer año de maestría en educación superior.

Cuando Tagaban graduó de la UA en el 2002 con un título en escritura creativa, la población indígena en la escuela era aun menor a la actual. Aunque le motiva el crecimiento en la tasa de inscripción, los estudiantes indígenas representan menos del 2 por ciento de los estudiantes de la UA, a pesar del hecho de “nuestra proximidad con 22 naciones tribales en Arizona y también específicamente de nuestra proximidad a la Nación Tohono O’odham y la Nación Pascua Yaqui”, dijo Tagaban.

“Eso es un reto. Porque uno siempre tiene que estar centrando la conversación en torno a la historia de nuestro país y a la historia de nuestra institución, agregó. Rara vez, si alguna vez sucede, la conversación es sobre la historia de los indígenas y los efectos destructivos que la conquista tribal y la colonización han tenido en los nativoamericanos, dijo.

A pesar de las barreras, los estudiantes indígenas pueden encontrar, y encuentran, éxito en la UA, dijeron Cheromiah y Tagaban. Mucho de ese éxito empieza con Native SOAR. Cheromiah es la directora del programa y Tagaban es su asistente de postgrado.

Dijeron que el programa ha demostrado su eficacia en la retención de estudiantes indígenas, pero batalla con recursos mínimos. Aunque las dos son estudiantes de postgrado de tiempo completo y empleadas de medio tiempo, han tomado la responsabilidad de encontrar fondos para el programa.

El reto para la UA, dijeron, es traer más recursos al programa, y el de los administradores es llegar a las comunidades que están subrepresentadas en la UA.

“Honestamente, pienso que si tan sólo estuvieran presentes en esos eventos a los que nosotros vamos en nuestras comunidades a las que tanto amamos, aprendería y entenderían tanto de por qué estos programas deben ser sostenidos”, dijo Cheromiah.

Tagaban dijo que ella siente una responsabilidad personal de reclutar estudiantes nativoamericanos a la UA, incluso si no se unen a Native SOAR.

“Estamos comprometidas con ver un cambio en la vida de la gente y reconocemos que la educación es la vía para hacerlo. No es el único camino, pero creemos completamente que puede haber éxito para los estudiantes en lo personal y para las naciones”, dijo.

Cheromiah dijo que ella les dice a los estudiantes indígenas que, a largo plazo, la universidad te recompensa de muchas formas. Más aún, cuando Cheromiah y Tagaban hacen su presentación ante estudiantes indígenas de preparatoria para que se inscriban a la UA, les dicen que su presencia y su talento son vitales. Que sus historias deben ser escuchadas. Que hay oportunidades de crecer, fomentar talentos y aprender diferentes formas de contar sus historias.

Tagaban dijo: “Queremos recibirlos. Queremos traerlos a la familia de Native SOAR. Queremos tenerlos como parte de la comunidad indígena. Es especial. No hay nada como esto en todo el campus. Queremos ser parte de esto”.

Estudiar en la UA, dijeron, es tanto un acto de resistencia como de adaptación.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.

Traducido por Liliana López Ruelas