Practicar y enseñar capoeira han sido dos de los motores en la vida de Anne Pollack. Ella forma parte de la primera generación de mujeres que practican capoeira en Estados Unidos y que han alcanzando el nivel de maestra. Es, además, la única mujer con ese título en Arizona.
Originaria de Filadelfia y conocida en la comunidad por su nombre portugués de capoeirista, Mestra Luar do Sertão (Claro de luna sobre el desierto), esta endocrinóloga de profesión llegó a Arizona en 1996 y, desde entonces, ha llevado a cientos de niños y adultos a descubrir su potencial mientras avanzan en esta práctica ancestral afrobrasileña.
Como ella misma lo describe, de manera muy básica, capoeira “es un juego, es un baile en el que hay un instrumento de percusión que aprendes a tocar, y canciones en portugués que aprendes a cantar”. Pero lo más importante, dice, es que esta práctica “fue creada hace más de 450 años por los africanos que estaban esclavizados en Brasil, como una lucha por la libertad”.
Con más de 35 años de dedicación a la capoeira, Mestra Luar es el corazón de Capoeira Mandinga Tucson, una academia ubicada en 605 E 6th Street, en donde niños, jóvenes y adultos reciben clases tres veces a la semana. Su propia práctica inició en San Francisco con el actualmente reconocido Mestre Marcelo, de Brasil, cuando capoeira apenas estaba comenzando a practicarse en Estados Unidos.
Esta academia abrió sus puertas en 2006, cuando Mestra Luar decidió dedicarse completamente a la enseñanza de la capoiera, dejando atrás su trabajo como científica y sus investigaciones en biología celular. “En ese momento estaba completamente involucrada con la capoeira y con la comunidad”, dice.
En alianza con la organización sin ánimo de lucro Capoeira Institute Southwest, en la actualidad Mestra Luar ofrece también programas en bibliotecas públicas y en escuelas, en los que participan jóvenes y familias de bajos recursos. También dirige talleres, presentaciones públicas y festivales que buscan promover vínculos culturales y fomentar el balance entre mente, cuerpo y espíritu en los practicantes.
Los niños y la capoeira
A comienzos de 2020, Adela Pesqueira comenzó a llevar a su hija Lillee a la academia de la Mestra Luar. A sus nueve años y en medio de la pandemia por el Covid-19, Lillee quería estar en contacto con una amiga de su escuela que entrenaba capoeira.
Muy pronto, como en general les sucede a todos los niños que se inician en esta arte marcial, Lillee empezó a aprender el vocabulario verbal y corporal de la capoeira. Aprendió a seguir el ritmo de la música mientras daba patadas, esquivaba y hacía piruetas laterales. También comenzó a aprenderse canciones en portugués y a tocar instrumentos como el berimbau, el tambor o el pandero.
Adela, por su parte, empezó a oír palabras en portugués que hasta entonces desconocía. De la boca de su hija salían los nombres de los movimientos que le enseñaba la mestra y que ella hacía con su cuerpo: armada, bênção, martelo, Meia Lua de Frente y Meia Lua de Compasso. Eran maneras particulares de patear, esquivar o reaccionar frente a los movimientos de los oponentes.
“La Mestra Luar es muy buena con los niños”, comenta Adela. “Es muy paciente, les da confianza y les ayuda a descubrir cosas que ni ellos mismos saben que son capaces de hacer”.
En los breves recesos que hacen para tomar agua en medio de una clase, se puede ver que, más que enfrentarse en un juego de capoeira, entre los niños se van generando lazos de amistad que trascienden la academia. Hablan de sus animales favoritos y de anécdotas escolares; hacen chistes, se divierten. Como comenta la mamá de Lillie (Vivaz es su nombre de capoeirista), para esta niña, “la mestra es buena para su alma”.
Sucede que con tantos años de práctica, Mestra Luar —quien tiene dos hijos— tiene la capacidad de conectarse con los más pequeños y transmitirles su pasión y su conocimiento.
“Los niños son muy buenos en echarse para atrás”, dice. “Es común que les dé miedo desafiarse a sí mismos, por eso lo que trato de hacer con ellos es darles la oportunidad de aprender algo totalmente maravilloso en donde pueden enfrentar sus miedos, desde algo tan simple como quitarle el miedo a hacer una pirueta lateral, pararse frente a la gente y cantar o mostrarles a otros estudiantes o personas lo que pueden hacer”.
En sus clases, Mestra Luar les explica a los niños que capoeira no se trata solo de aprender a patear ni de intentar derribar al oponente, sino que el propósito es crear una conversación y un movimiento que fluya, en donde el cuerpo encuentre una respuesta a la movida que lanza ese oponente. “Capoeira es encontrar nuevas formas de resolver cada desafío”, dice Mestra Luar.
Tras bambalinas
Zach Carduce tiene 20 años y estudia física en la Universidad de Arizona. Su viaje a la capoeira comenzó en 2009, cuando tenía menos de diez años y algunos amigos lo invitaron a unirse a un campamento de verano en Capoeira Mandinga Tucson. Allí conoció a Mestra Luar, quien es desde entonces su mentora en este arte.
Conocido por su nombre Cabeça Forte (cabeza fuerte), Zach considera que “Capoeira es una muy buena manera de hacer ejercicio, conocer gente y de sentirse parte de la comunidad”, dice. Después de todos estos años aprendiendo de Mestra Luar, ahora él es uno de los instructores de la academia y enseña dos veces por semana.
Sobre su mestra, Cabeça Forte dice que “ella es la que hace que todo funcione, por ella se puedan hacer eventos como este; hay mucho pasando tras bambalinas”.
Zach se refiere al más reciente evento organizado desde la academia: el Batizado 2022, una fiesta afro-brasileña que tuvo lugar en Himmal Park el 29 y 30 de abril, en la que los estudiantes de capoeira recibieron un ascenso en el nivel de su práctica —que se evidencia en un nuevo color en el cordón del uniforme— y en donde los estudiantes nuevos recibieron su nombre de capoeiristas en portugués.
Aparte de este evento anual, Mestra Luar se preocupa por dar a conocer la capoiera a lo largo y ancho de la ciudad y por participar, en nombre de la academia, en los eventos culturales que se realizan en Tucsón.
“Para mí lo importante es tratar de construir una comunidad multicultural”, dice Mestra Luar. “En la academia quiero que todos se sientan bienvenidos. También he querido brindarle los beneficios de la capoeira a comunidades en donde la gente realmente lo necesita, pero no pueden pagarlo. Por eso comencé a trabajar a través de una organización sin fines de lucro”.
Música y compromiso social
Algo que diferencia la capoeira de otras artes marciales es la música. Dado que a esta práctica se le denomina también danza, el ritmo juega un papel central.
Cuando no están danzando al interior del círculo, los participantes cantan y aplauden mientras otros capoeiristas tocan la percusión, el berimbau y el pandero.
“Las canciones y la percusión son una especie de mantra de la capoeira”, dice Mestra Luar, “son como una ola que mueve tu cuerpo, tu voz y tu mente, y que además permite construir una comunidad: todos aplauden, cantan y le dan poder a las personas que juegan en el círculo”.
Después de lo complejo que resultó sostener la academia durante la pandemia del Covid-19, Capoeira Mandinga Tucson ha retomado el ritmo y la fuerza que lo caracterizan. Hoy Mestra Luar tiene estudiantes entre los 5 y los 73 años, y reúne bajo una misma práctica a personas de diversos orígenes, culturas y géneros.
Aprendiendo de las dificultades, dice Mestra Luar, “estoy decidida a seguir expandiendo el alcance positivo de nuestros programas”.
Para conocer más sobre capoeira y sobre las clases, campamentos de verano y presentaciones en Capoeira Mandinga Tucson, puedes visitar https://www.capoeiratucson.com/