RÍO RICO — Río Rico, junto a la ruta interestatal 19, al norte de la frontera con México, parece un sitio donde no pasa nada. No es una ciudad de la frontera peligrosa y anárquica.

Al recorrerla se escucha la risa de los estudiantes que juegan en los recesos. Abundan los barrios tranquilos con restaurantes y supermercados manejados por familias.

En esta ciudad de 19 mil habitantes, casi la totalidad de los mil 100 estudiantes de Rio Rico High School nacieron en México o son hijos de mexicanos. Pero eso no es lo que la distingue. La preparatoria ha ganado nueve campeonatos estatales de cross country y otras pruebas de atletismo desde el 2000 y 86 medallas de oro individuales en competencias estatales.

Es un logro tan impactante que los técnicos rivales a menudo se preguntan qué tiene el agua que beben los Hawks de Río Rico.

Stephen Schadler se ríe cuando le preguntan eso. Ex corredor de la Stanford University, hoy es técnico de atletismo en Río Rico y subdirector del distrito escolar. El trabajo de un técnico aquí requiere ignorar las cosas que se dicen, sobre todo en estos días, en que se habla tanto de las ciudades de la frontera y se da solo una versión de los hechos.

Mucha gente no sabe lo que es vivir en una ciudad de la frontera y la perspectiva que tiene acerca del lugar, de los estudiantes y de lo que son capaces, a menudo depende del retorcido debate en torno a la inmigración.

“Estamos combatiendo muchas impresiones falsas”, señaló Schadler. “Las críticas a las escuelas públicas y los estudiantes para los que el inglés es su segunda lengua, así como la insistencia en que los chicos no aprenden nada cuando sabemos que sí lo hacen”.

Lo que un visitante encuentra entre los administradores, maestros y miembros del programa de atletismo es un optimismo contagioso que ha sido una característica de la escuela desde que comenzó a funcionar en 1996, y un empeño por hacer que el deporte les abra puertas a estudiantes cuyo mundo a menudo se reduce a la zona de la frontera. En 22 años, más de 50 estudiantes de la Río Rico High compitieron a nivel universitario, muchos de ellos con becas en sitios tan distantes como la Florida o tan cercanos como Tucson, según la escuela.

Esa cifra puede no llamar la atención en una escuela de un suburbio acaudalado. Pero aquí, donde la pista de atletismo tiene grandes fisuras y muchos padres no saben cómo presentar solicitudes de admisión a las universidades, esos números son motivo de orgullo.

“Cuando un estudiante alcanza su objetivo, toda la comunidad lo festeja”, dijo Schadler. “Es algo muy especial”.

Dos de los ex alumnos de Río Rico más prominentes que alcanzaron sus metas en años recientes son Oscar Amaya y Carlos Villarreal, mejores amigos con historias divergentes.

Amaya nació en la vecina Nogales, Arizona, y pasó su infancia en el Nogales mexicano, del otro lado del alto cerco de acero que divide los dos países. Villarreal nació en Puerto Peñasco y vino a Sahuarita, al norte de Río Rico, cuando tenía seis años.

El español es la lengua madre de ambos. A través de programas para personas que estaban aprendiendo inglés, se fue asimilando. Lo ayudó el hecho de que, como ciudadano estadounidense, podía cruzar la frontera y visitar a sus padres cuando quisiese. También lo ayudó el que en Río Rico se habla spanglish.

“Es una comunidad que estuvo bastante aislada del mundo real”, dijo Villarreal. “Podías arreglártelas sin hablar una palabra de inglés”.

Amaya, que cursa el tercer año de la Universidad Estatal de Arizona, competirá la próxima temporada en el equipo de atletismo de la institución. Villarreal está en el segundo año de la Universidad de Arizona. Corrió dos veces una milla en menos de cuatro minutos y, a juzgar por sus últimas actuaciones, podría ser uno de los mejores fondistas de la Conferencia Pac-12.

Villarreal habla inglés sin acento y dice que mucha gente “no sabe que el español fue mi primer idioma. Y cuando hablo en español, se sorprenden”.

Pocos saben que Río Rico existe. La gente de la zona dice que vive en otro país, que no es México ni es Estados Unidos.

Schadler dice que él y sus colegas sienten que tienen que dar a conocer el potencial de la ciudad. Río Rico se encuentra en la convergencia del río Santa Cruz y el arroyo Sonoita, y tiene muchas riquezas naturales y tradiciones. Jóvenes como Amaya y Villarreal se van río arriba en busca de nuevas experiencias.

El que vuelvan o no, no importa, según Schadler, siempre y cuando sean buenos embajadores de su comunidad.

Amaya, hablando en una cafetería cerca del campus de la universidad en Tempe, dijo que Río Rico no es “una mala ciudad”, sino “una ciudad pequeña”. Por ahora al menos, su futuro está en otro lado.

“Quiero hacer algo grande, ir a otros sitios”, expresó.

Los padres de algunos estudiantes viven en México y eso hace que la actitud de los técnicos --que combinan preparación atlética con apoyo en la parte académica y lecciones de vida — sea más importante todavía.

El mensaje de Schadler a sus estudiantes es que, si tienen talentos que les abren puertas, ellos los van a apuntalar para que puedan cumplir sus metas. El objetivo es ayudar a que los chicos aprovechen las oportunidades que se les presentan, se vayan de Río Rico y conozcan el mundo.


Become a #ThisIsTucson member! Your contribution helps our team bring you stories that keep you connected to the community. Become a member today.