A principios de este mes, Marco Frías, estudiante de último año de la preparatoria Sunnyside, llegó a la cima en el campeonato estatal de lucha a nivel en Prescott Valley. El joven de 18 años ganó la corona en su división de 170 libras tres años después de haberse iniciado en este deporte.

Pero esta no es una nota deportiva.

Se trata de una familia de Tucsón. Es una historia de inmigración. Esta es una historia norteamericana de éxito.

Pero antes de llegar ahí, conozcamos a Marco, quien empezó muy lejos del éxito en el terreno del wrestling.

En su primer año con los Blue Devils, una escuela con una rica historia en la lucha, Marco perdió casi todas sus peleas cuando cursaba el segundo año de high school. Pero le encantó la intensidad y la disciplina de este deporte.

Entrenó duro y por mucho tiempo, levantando pesas, corriendo y haciendo todo lo que podía para competir, y para ganar.

“Tenía mucho que hacer para estar al nivel”, dijo.

Se enfocó en su objetivo y cambió su mentalidad.

“Yo dije, ‘Voy a ganar’”, compartió Marco, quien pronto se reenfocará a la competencia nacional y después a entrar a la universidad.

El año pasado llegó al cuarto lugar y este año se coronó campeón estatal.

Toda su familia comparte su logro, como debe de ser.

Lo apoyaron todo el tiempo. Marco dijo que su familia fue un gran motivo de su triunfo.

Su papás, dijo, lo educaron bien. “Yo hice las cosas como ellos me dijeron”, agregó.

Esos valores que lo llevaron al éxito, de hacer las cosas bien, vinieron con los Frías cuando inmigraron a Tucsón desde Ciudad Obregón, Sonora, hace 12 años.

“Este país te enseña, te da la oportunidad”, dijo el papá, Marco Frías. “Pero tienes que trabajar duro”.

El señor Frías dijo que cuando él y su esposa, Martha, hablaron de emigrar, se sentían inseguros por las diferencias culturales, el idioma y las perspectivas de empleo en este país.

Pero tomaron la decisión porque creían que al norte de la frontera había algo mejor para ellos, para Marco y para su hermano de 14 años de edad, Carlos, estudiante de Sierra Middle School, quien juega futbol soccer en dos equipos.

Llegaron a Tucsón y Marco, ahora de 50 años, y Martha, de 47, se pusieron a trabajar. Él encontró empleo reparando aires acondicionados y calefactores, y ella encontró trabajos de medio tiempo durante la mañana para poder estar en casa cuando sus hijos salieran de la escuela.

La pareja se centró en lo que debían hacer. Tomaron una actitud de que incorporarían a la familia a su nueva comunidad. Aprendieron inglés. Se hicieron ciudadanos norteamericanos.

Marco Frías ahora tiene su propio negocio de reparación de aires y Martha es preparadora de impuestos. Además es voluntaria haciendo los impuestos para gente que no puede hacerlos ni pagar por ellos.

Y así como los Frías han adoptado su nueva vida, la familia ha mantenido sus conexiones con México. “No debemos olvidar nuestras raíces”, dijo Marco Frías papá.

Los Frías también han echado la mano a su familia en Sonora. Su sobrino Román Cuevas, de 14 años, vive con ellos. Espera seguir el mismo camino que sus primos: estudiar e involucrarse en los deportes. En su caso, en beisbol.

La historia de esta familia no es única. Incontables familias inmigrantes en Estados Unidos han logrado, en un grado o en otro, lo que los Frías han logrado y lo que seguirán alcanzando.

Ellos se identifican con otras familias inmigrantes, especialmente mexicanas, que valientemente se han venido al Norte a empezar una vida nueva.

Estas historias, y la historia de la familia Frías, derriban las tonterías políticas de algunos candidatos presidenciales de Estados Unidos y sus nativistas seguidores que siguen insistiendo en que los inmigrantes toman pero no dan, que los inmigrantes no aprenden inglés, que los inmigrantes erosionan los valores de este país.

Los Frías ven una fotografía diferente. Están orgullosos de sus valores de inmigrantes: el trabajo duro, la devoción por la familia y el foco en la educación. Y están agradecidos por las puertas que se les han abierto en este país.

“Yo veo a estos tres muchachos yendo a la universidad y saliendo adelante”, dijo Martha Frías. Su esposo visualiza carreras profesionales para sus dos hijos y su sobrino.

Y en eso están.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187. En Twitter: @netopjr.