Cuando Ana Chavarín dejó su natal Sonora con sus dos hijos y su esposo para venir a Tucsón, no sabía lo que le esperaba. Lo que sí sabía es que quería una educación sólida para sus dos hijos y una vida mejor para su familia.

Quince años después, Chavarín, ahora madre soltera de cuatro hijos, está en el camino hacia una vida mejor y con más oportunidades. Pero no ha sido fácil para esta mujer que hace pocos años era una inmigrante indocumentada.

Ha batallado. Ha sido una preocupación constante de conseguir lo necesario para mantener a sus hijos, llena de dudas y una profunda ansiedad. Y en el camino ha vivido una pesadilla: fue sexualmente abusada, un acto violento y criminal que la llevó al abismo emocional.

Pero con el apoyo de una terapista, del centro para las mujeres abusadas sexualmente, del Programa de Educación Adulta de Pima en el Colegio Comunitario Pima y del lugar donde trabaja ahora, el Concilio Interreligioso Condado Pima, ahora Chavarín es símbolo de fortaleza, perseverancia y dedicación.

“Soy producto de ese amor”, dijo en relación al círculo de apoyo que la ha ayudado a sostenerse y a navegar las difíciles aguas que ha encontrado.

Hace poco, Chavarín, de 34 años de edad y estudiante del Colegio Pima, fue nombrada la Mejor Estudiante Adulta del Año (Outstanding Adult Learner of the Year) por la Coalición de Educación Adulta Básica. También fue reconocida por sus esfuerzos en la promoción de educación adulta por el Programa Embajador de la Asociación de Aprendizaje Permanente de Arizona (Arizona Association for Lifelong Learning’s Ambassador Program).

Actualmente trabaja como organizadora comunitaria con el Concilio Interreligioso, ayudando a varias iglesias y grupos comunitarios a colaborar en temas comunes de educación, justicia, pago justo y representación política. Y conserva su trabajo nocturno original de cuando llegó a Tucsón en el año 2003: limpiando oficinas.

Es una mamá trabajadora, estudiante universitaria, organizadora. Nunca para.

“Toda mi vida he sido así”, dijo.

Platicamos el jueves pasado, tomando un cafecito en un momento de calma inusual. De una u otra forma, su historia refleja la de mucha gente en Tucsón que ha emigrado de otro país. Y cada uno de ellos ha traído consigo el deseo de éxito, sin importar el estatus legal.

La historia de Chavarín empieza en Agua Prieta, frontera con Douglas. Ella es la mayor de cuatro hermanos; su mamá, quien fue madre soltera, era analfabeta.

“Puedes imaginarte lo difícil que era para ella”, dijo Chavarín, quien tuvo que dejar la secundaria para ayudar a su familia con los gastos.

Cuando tenía 15 años y trabajaba en una maquiladora quedó embarazada. Se casó con el padre de su hijo. Después vino un segundo niño. Pero lo que les pagaban en la maquiladora no les alcanzaba.

Dijo que era tiempo de migrar a Tucsón, donde los niños podían tener oportunidades. Aquí, Chavarín y su esposo siguiendo con empleos mal pagados, pero al menos tenía esperanza. Ella y los niños estaban aprendiendo inglés.

Pero en el 2009 su vida se vino abajo. Una noche, en su trabajo, fue abusada sexualmente por un desconocido. Él huyó; ella pensó que podría superar el trauma.

No fue así. Cayó en depresión. Pensó en el suicidio. Estaba sufriendo, sola.

“Quería irme de este mundo”, dijo. Pero tenía que trabajar y cuidar a los niños, que entonces ya eran cuatro.

Una noche, desesperada, llamó al Centro Contra el Abuso Sexual del Sur de Arizona.

“Ahí conocí al hombre con la sonrisa más linda que haya visto”, dijo. Él le aseguró a Chavarín que no estaba sola y que sobreviviría.

Entró a terapia personal y después de grupo. Para el 2012 empezó a estudiar, primero para obtener el diploma equivalente a la preparatoria a través de Educación para Adultos.

Entonces llegó un cambio positivo en su estatus legal. Puesto que fue víctima de un delito violento, recibió una visa “U”, que le abrió el camino a la residencia legal. Sus dos hijos nacidos en México también calificaron, como víctimas indirectas.

Chavarín empezó a emocionarse. Empezó a creer que podía lograr sus metas y, más importante aún, ayudar a otras mujeres como ella.

Ayudada con becas y donativos particulares, Chavarín avanzó con sus hijos a su lado pero sin el padre de ellos, quien ya había salido de sus vidas.

Ya ha recibido otros premios por su liderazgo en Educación Adulta y el Colegio Pima. Ha viajado a Phoenix y a Washington D.C. para presionar a los legisladores a financiar la educación adulta, la cual cambia profundamente la vida de personas. Como le sucedió a ella.

“Quiero que la gente tenga acceso a la educación y a oportunidades”, dijo.

Chavarín está a punto de obtener su grado de asociada en Pima y planea transferir sus estudios a la Universidad de Arizona con el objetivo de algún día tener un título en psicología, no importa cuánto tiempo le tome, dijo.

Su hijo mayor también es estudiante en Pima y también los otros tres están en la escuela, cada uno con sus propios sueños.

“No tenemos lujos, pero no los necesitamos”, dijo.

Lo que sí tiene, en abundancia, son ganas.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.