Por Ernesto Portillo Jr.

Cuando Sadie Shaw era niña, visitaba a familiares en Sugar Hill de Tucsón. Sintió una conexión en ese tiempo, y la siente ahora, como habitante del barrio.

Kevin Woodard creció en East Waverly Street en Sugar Hill. Sus abuelas vivían en la misma calle, en sentidos opuestos. Recuerda que todos se conocían.

Aunque Shaw y Woodard nacieron en diferentes generaciones, sus conexiones y remembranzas están enraizadas de forma similar en el barrio de Sugar Hill.

Ahí, al sur de East Grant entre North First y Sixth avenues y al norte de East Lee Street, establecieron sus hogares muchas familias negras excluidas de otras partes de la ciudad.

Y aunque muchos tucsonenses de antaño conocen a ese barrio como Sugar Hill, ese no es su nombre oficial.

Para propósitos del municipio de Tucsón, el vecindario es conocido como Northwest Neighborhood, una designación carente de historia y geográficamente errónea. Pero eso está cambiando.

El barrio está reclamando el nombre de Sugar Hill y su identidad, y todo lo que un nombre lleva consigo: orgullo, vínculos comunitarios y fuerza como barrio.

Shaw es presidenta de la Asociación de Vecinos Sugar Hill y Woodard lidera la Coalición Sugar Hill, que incluye a personas que antes vivieron ahí y se han mudado.

Ambos están al frente de esfuerzos por restaurar la cultura de unidad y por reafirmar el autoempoderamiento del vecindario.

“Tenemos que ponernos en contacto con otros sitios y otras razas”, dijo Woodard.

Pero lo primero es restaurar el nombre, algo que encanta a Donna Liggins, habitante del lugar de mucho tiempo y ex empleada de la ciudad, quien se ha mantenido activa en los asuntos y actividades del vecindario.

“Claro que sí” es un deleite, dijo Liggins, cuyo nombre está en el centro de recreaciones Mansfield Park, de donde ella fue directora, el centro social del barrio. “Siempre lo hemos llamado así”.

El mes pasado me reuní con Woodard y Shaw en el parque, donde algunos residentes estuvieron en la primera reunión organizada por la Asociación y la Coalición Sugar Hill. Su propósito es sostener reuniones ocasionales en el parque y atraer a más jóvenes al Centro del Noroeste, que está en North Six Avenue, al cruzar la calle de la oficina de la Orquesta Sinfónica de Tucsón.

“Estamos dejando que el vecindario sepa quiénes somos”, dijo Woodard.

Dos iglesias son pilares del barrio: Greater Mount Olive Church of God In Christ y Mount Calvary Missionary Baptist Church, la iglesia afroamericana más antigua en el estado, establecida en 1900.

A pesar de cierta continuidad, Sugar Hill ha cambiado.

Hay más departamentos, muchos de los cuales son ocupados por estudiantes de la universidad. Hay menos familias de antaño y más familias en tránsito. El barrio, que en un tiempo fue centro de las familias negras de clase media, perdió su brillo, y no hace mucho tiempo los vendedores de droga utilizaban el parque para sus negocios.

Liggins dijo que hubo una lucha constante para sacarlos, con la participación de la policía de Tucsón y de los vecinos. Ahora el problema es menos visible, dijo Liggins, quien salió de Sugar Hill en 1958 y regresó en 1970.

Cenectar a antiguos residentes con los nuevos es crucial para entender el papel de Sugar Hill en la historia local y lo que las familias experimentaron y contribuyeron a Tucsón, dijo Shaw.

Agregó que los habitantes de largo tiempo, como Liggins, unen al vecindario. Su memoria colectiva guiará a la asociación y a la coalición en su camino para unir a los vecinos.

“Desde el momento en que me mudé a la casa de mi tía, supe que tenía que involucrarme”, dijo Shaw, de 29 años, quien estudia una maestría en educación del arte en la Universidad de Arizona y está terminando un mural para honrar a su familia y vecinos de Sugar Hill.

Una serie de murales en el cauce de Bronx Wash, en East Linden Street, y cerca de ahí algunas figuras pintadas a principios de este año en una valla metálica que da hacia North Sixth Avenue, son un intento de embellecimiento de Sugar Hill y de exaltación de su historia y sus habitantes. Shaw, cuyo mural está en el arroyo seco, espera que los vecinos creen más murales.

También tiene la visión de grabar historias orales de los residentes más viejos y de ofrecer clases de arte a los más jóvenes.

Para lograr sus objetivos, Woodard y Shaw necesitarán del apoyo de la ciudad y de organizaciones locales. Con ese fin, el concejal Paul Durham, del Distrito 3, está con ellos. Apoya los esfuerzos del vecindario por fortalecerse y retomar su identidad cívica.

“Lo mejor que podemos hacer”, dijo, “es fortalecer la asociación de vecinos”.

Están planeadas algunas mejoras a Mansfield Park, como resultado de la aprobación de los electores de Tucsón de la Proposición 407, que consiste en un plan de gasto a nivel municipal de 225 millones de dólares en parques y recreaciones a lo largo de 10 años. Durham dijo que el parque recibirá 3 millones para renovaciones y mejoras en el 2026. Mucho antes de eso, el sistema de calefacción y aire acondicionado del centro Liggins será remplazado, dijo.

Aunque las mejoras al parque están a años de distancia, Woodard, Shaw y otros habitantes y amigos de Sugar Hill esperan darle una nueva forma al barrio y regresarle su dulzura.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.

Traducido por Liliana López Ruelas