Por Ernesto Portillo Jr.

El 11 de noviembre de 1918, las campanas repicaron en la Iglesia Católica Santa Cruz aún sin terminar. El sonido resonó a lo largo de la tierra casi vacía alrededor de la iglesia y por el centro de la ciudad, donde había más gente.

Cuando el obispo de Tucsón Henry R. Granjon recibió las noticias de que se había firmado un armisticio y que la Primera Guerra Mundial había llegado a su fin, el jerarca de la Diócesis Católica Romana de Tucsón corrió a la iglesia, subió a la torre y tocó las campanas.

Incluso antes de que la iglesia fuera consagrada y abriera sus puertas a los feligreses, Santa Cruz, con su icónica torre en la esquina sudoeste de West 22nd Street y South Six Avenue, ha jugado un papel en la vida de muchos tucsonenses. Y para honrar ese papel, la parroquia tendrá desde febrero de 2019 un año de celebraciones por su centenario.

“La iglesia nos vuelve a reunir. Es un hermoso símbolo blanco”, dijo la maestra ya jubilada Penny Green Cárdenas, una feligresa de toda la vida quien es voluntaria como maestra de religión.

Para muchas familias de Tucsón, la iglesia ha sido una figura central en sus vidas.

Generaciones han tenido ahí su bautizo, matrimonio y su celebración final de vida con un funeral. Además, la iglesia ha mantenido su escuela, educando muchos estudiantes, y sus fiestas han atraído a gente más allá de su vecindario del sur de la ciudad.

“Tiene un significado cultural para toda la comunidad”, dijo Antonio Barrios, ex director del coro de la iglesia, cuya familia ha estado conectada a la Iglesia Santa Cruz desde 1922, tres años después de que abriera. “Su presencia ha afectado la vida de la gente de una forma o de otra”.

La construcción de la iglesia empezó en 1916, durante la Primera Guerra Mundial. Granjon, el segundo obispo de la Diócesis, diseñó la iglesia del renacimiento español, que fue construida por Manuel G. Flores. Los ladrillos de barro en las paredes de 22 pulgadas de grueso provinieron de la Reservación Tohono O’odham.

La iglesia incluye un santuario, un monasterio para frailes carmelitas, un patio interior, pasillos, arcos y fuentes rodeados por una barda alta. Su característica torre de 90 pies de altura asemeja un alminar, lo que refleja la influencia árabe en la arquitectura española.

Santa Cruz fue la tercera iglesia católica de Tucsón, después de Sal Agustín, que fue la primera, y de la Sagrada Familia (Holy Family), la cual fue abierta en 1914 al norte del centro de la ciudad en el vecindario Dunbar Spring. Santa Cruz forma parte del Registro Nacional de Sitios Históricos.

Pero Santa Cruz es más que el edificio histórico, dijo el reverendo José Luis Ferroni, uno de cuatro frailes carmelitas asignados a la iglesia.

“No la veo como un edificio sino como una fuente donde han crecido familias”, dijo Ferroni, historiador de la iglesia quien está al frente de la celebración de centenario del próximo año.

No sólo fungió como un centro religioso, sino que la Iglesia Santa Cruz también ha sido un centro educativo y cultural, dijo Ferroni, un ex soldado de la Marina, quien estuvo en la primera Guerra del Golfo. Cuando la iglesia abrió, era esencialmente la única iglesia con una parroquia que abarcaba hasta la frontera entre Estados Unidos y México, agregó.

Además de servir como una guía comunitaria, Ferroni, quien nació en México y creció en Florida, dijo que Santa Cruz fue un centro importante para la orden de los Carmelitas Descalzos, quienes llegaron a Arizona en 1911, un año antes de que se constituyera en estado. Los carmelitas de túnica café han sido ministros de la iglesia desde su nacimiento.

Ferroni dijo que de 1924 a 1956, los carmelitas de Santa Cruz publicaban una revista mensual impresa en español que circulaba aquí y también en México, América Latina y España, donde surgió la orden. Añadió que una gran cantidad de fotos de la iglesis y de su comunidad están archivadas en la Sociedad Histórica de Arizona.

La Iglesia Santa Cruz también posee la distinción única de que cinco carmelitas, que en determinado momento fueron asignados a Santa Cruz y Arizona, y después asesinados durante la Guerra Civil Española de 1936, han sido beatificados como mártires por dos papas, un paso a la santidad.

Ferroni, quien fue asignado a Santa Cruz por primera vez en 2007 y regresó en el 2017, dijo que la iglesia ha cambiado conforme los feligreses se han involucrado más con su administración.

“Se han apropiado de su parroquia”, dijo. “Ven al clero como su igual”.

Ahora que Santa Cruz avanza rumbo a sus siguientes 100 años y enfrenta los retos de la Iglesia Católica moderna, siempre tendrá a su rica historia como guía. Es una historia fortalecida por las familias, sus relaciones con los sacerdotes y su fe colectiva.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.

Traducido por Liliana López Ruelas.