No mucho después de que Melo Domínguez llegara a Tucsón desde Los Ángeles, su ciudad de origen, la artista se enfermó gravemente. Estuvo hospitalizada por ocho semanas y no podía dibujar ni pintar mientras trabajaba en su lenta recuperación de pancreatitis crónica.
La inactividad le trajo montones de tiempo libre para pensar en su vida, el pasado, el presente y, especialmente, el futuro. Domínguez pasó muchas de sus horas de vigilia pensando en “de qué se trata la vida, qué estoy haciendo yo con esa vida y de qué forma aún podría contribuir”.
A su estilo, y como acostumbra mucha gente en esta región, hizo una manda, una promesa que uno hace, y mantiene, a un santo, una fuerza espiritual o la Virgen de Guadalupe, en busca de intercesión y cura.
“Recé con todas mis fuerzas y dije que dedicaría mis días a la gente y al servicio”, dijo Domínguez, quien hace 11 años vino a Tucsón con su esposa, Melissa Brown-Domínguez, agente de bienes raíces.
Domínguez recuperó su salud y desde entonces se ha esforzado por cumplir su promesa creando arte que habla de temas cercanos a su corazón y que refleja los juicios y valores de su ciudad adoptiva. La artista chicanx lo hace a través de la Galería Mitotera, que ella misma abrió a fines del verano en South Fourth Avenue en Sur Tucsón.
Platicamos recientemente en su galería, donde presenta su arte y el de otros artistas locales y que es también su estudio, al otro lado de la calle del restaurante Mi Nidito.
Rodeados de su obra, en la que aborda temas de migración, pertenencia cultura y el ser una chicanx, hay pinturas de Gonzalo Espinosa y las guitarras pintadas con colores brillantes y forradas con piel creadas por Antonio C. Estrada.
Hace poco, Domínguez trabajó con niños en el John Valenzuela Youth Center (Centro Juvenil John Valenzuela) en Sur Tucsón en el proyecto Stash the Trash, en el que los jóvenes pintaron botes de basura para promover un ambiente saludable y el orgullo por su barrio.
Más aún, al abrir su galería creó un espacio de exhibición y oportunidades para artistas locales que no encuentran cabida en museos y galerías. “Ese ha sido un problema de mucho tiempo”, dijo.
“Tienes que esperar en línea para poder meterte en un museo. Tienes que tener determinados años de estudios para ser admitido. Y ¿sabes qué? Algunos de nosotros artistas no tuvimos tiempo para eso. Estamos tratando de sobrevivir”, agregó.
Su vida de artista empezó haciendo grafiti en Los Ángeles. Ese era el arte que estaba accesible para ella. Los días de grafiti fueron parte una etapa tumultuosa de su vida. Por un tiempo vivió en la calle. Las cosas en su casa eran difíciles. Ella seguía creciendo, dijo.
Se había graduado de un programa de artes gráficas, pero pronto se encontró aburrida haciendo arte por computadora. Necesitaba un estímulo distint. Regresó a lo importante: a producir arte a mano.
Entonces, el llamado de Tucsón. Pero el momento no era el ideal: la economía había colapsado y caído en recesión.
“Tucsón se veía como muerto”, dijo. No había trabajos en arte. Ella no tenía una red personal de apoyo. Tomó un empleo manejando un camión de remolque. Luego vino su larga estadía en el hospital.
Cuando finalmente se recuperó, tras un periodo de rehabilitación de dos años, Domínguez estaba llena de ganas de cumplir su manda. Había abrazado la cultura de Tucsón y había descubierto sus cualidades únicas. Y también tenía motivaciones políticas.
La SB 1070, un ataque contra los inmigrantes latinos y la comunidad latina en general, se convirtió en ley estatal en 2010. La migración es un asunto personal para Domínguez. Su papá fue deportado hace 25 años.
“Sentía que tenía dentro de mí muchas cosas que decir”, dijo.
Se puso a trabajar. Domínguez encontró un espacio para exhibir en Fragment Gallery en East Toole Avenue y en Tucson Tamale Co. en East Broadway, de donde se convirtió en artista residente. La gente empezó a comprar su arte. También lo puso a la venta en Pop Cycle en North Fourth Avenue, y cuando ganó un concurso artístico en Dinnerware Artspace, invirtió los 500 dólares del premio en proyectos juveniles de arte.
En 2012, el Concejo de Artes Tucson-Pima nominó a Domínguez como artista emergente del año.
Uno de sus grandes momentos vino cuando consiguió una participación con la Biósfera 2, al norte de Tucsón, en la que se unió a artistas de todo el país y dos de Uruguay para crear arte en relación al cambio climático. Fue un gran paso.
“Fue extraordinariamente bueno. Soy una chicanx del este de Los Ángeles … y una artista mariguana de grafiti hablando de asuntos sociales y políticos”, dijo Domínguez.
El artista tucsonense Alfred Quiroz es uno de sus admiradores. Dijo que Domínguez está “de pie y avanzando” y que “va a generar algún impacto en esta ciudad”.
Quiroz, quien en mayo se jubiló después de 30 años como profesor de arte de la Universidad de Arizona, dijo que Domínguez es astuta en su trabajo al incorporar fuertes temas chicanos. Él es el propietario del edificio donde Domínguez renta un espacio, y Quiroz dijo que tienen la intención de crear una colonia artística en Sur Tucsón y ayudar a generar un cambio positivo.
Eso encaja en la visión a largo plazo que Domínguez tiene de ella misma y de su trabajo. Está consciente de que fue bendecida con oportunidades que otros le dieron en Los Ángeles y en Tucsón y entiende la necesidad de retribuir.
“Haber tenido a toda esa gente bendiciéndome con esas oportunidades. No es una verdadera bendición si no das en recompensa”, dijo. “Este podrá no ser mi lugar de origen, pero ahora es al que considero mi hogar”.