Por Liliana López Ruelas
La Estrella de Tucsón
¿Alguna vez has sentido que tu trabajo te agota, te estresa y quisieras dejarlo para seguir tus sueños? Es lo que hizo Hilda Oropeza.
Y no fue una decisión arrebatada. Esta mexicoamericana primero encontró la paz que buscaba, respiró y renunció a su puesto como directora de relaciones públicas de Cox Communications, cargo que había ocupado en Tucsón y en Pensacola, Florida. Corría el 2005, y llevaba 5 años practicando y estudiando yoga.
“Todo el tiempo trabajaba, no tenía tiempo para mi familia, para mi esposo, para mí. Comencé a practicar yoga y poquito a poquito fue cambiando mi vida”. Hasta que un día dejó el trabajo “que me pagaba muy bien”, dijo entre risas, “para seguir mi pasión, para hacer algo que es más significativo”.
Empezó ofreciendo clases de yoga en otro lugar y luego se independizó. El pasado 30 de julio, Hilda, de 50 años de edad, celebró el quinto aniversario de Mindfuly Yoga Studio, su propio negocio ubicado en 1101 N. Wilmot.
Es quizá la única hispana propietaria de un estudio de yoga en la ciudad.
Hilda creció en una familia típica mexicana: Un padre algo rudo y muy trabajador; una cuidadosa madre, ama de casa, que se encargó de que sus hijas valoraran la oportunidad de estudiar. Fueron cinco hermanas. Hilda y las dos mayores nacieron en México. Las dos menores en Tucsón.
Sus padres vinieron de Magdalena, Sonora, con las manos vacías, pero con una valiosa ética de trabajo.
“Yo pasé a Estados Unidos muy joven, tenía 22 años”, dijo Ramón Oropeza, el papá de Hilda. “Trabajé mucho, luché mucho en este país, y le doy gracias a Dios que tuve la oportunidad de venir, porque, ¿en México qué hubiera hecho yo? Yo no tengo escuela, estudié hasta 4to año de primaria”.
Lo que él y la mamá de Hilda hicieron aquí fue criar a cinco profesionistas –cuatro de ellas con maestría y una con doctorado. Ramón encontró una profesión arreglando e instalando techos, cosa que ha hecho por 51 años. Durante 22 años tuvo su propio negocio, Oropeza Roofing.
“Ahora me considero millonario”, dijo Ramón, de 71 años de edad y quien aún realiza trabajos esporádicos, refiriéndose al amor de sus cinco hijas y sus tres nietos.
Pero no siempre tuvo esa facilidad para expresar sus sentimientos. Ramón ha tenido que atravesar situaciones inesperadas para abrir su corazón.
En 2013 le diagnosticaron cáncer de próstata en etapa 4. Él y su familia creyeron que no sobreviviría.
Entonces, Hilda, siempre apegada a él, estudió en San Francisco un curso en español de yoga para pacientes con cáncer. “Pensé que con todo el tratamiento que mi daddy iba a tener que recibir, la meditación iba a ser muy buena para él, para calmar la mente, el estrés, la depresión”, dijo.
“Ahora tengo más paz conmigo mismo”, agregó Ramón, conmovido, cuidando la respiración al hablar y reclamándole a su hija porque, como ella decía cuando era niña, “hace que le salga agua por los ojos”.
“Yo fui muy cerrado”, confesó Ramón. Pero “llegó el tiempo en que pude sacar el amor (que había) dentro de mí”.
En conversación en el estudio de Hilda, con una luz tenue y un silencio impecable, ella describió extendiendo sus brazos que después de practicar yoga y meditación su papá “se ha abierto como una flor bonita y ha aceptado el amor que toda nuestra vida le quisimos dar”.
Recientemente, Ramón pasaba por un momento de frustración en uno de sus regresos al hospital. “Mi hija empezó a sobarme y a hablarme, y me tranquilizó”, contó él. “Lo llevé al mar a caminar” a través de la meditación, dijo Hilda. “Fue hermoso. A veces puedes ver la energía de una persona cambiar”.
PARA HISPANOS
Hilda quiere ver la energía de muchos latinos cambiar. Esta licenciada en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Arizona y con maestría en Gestión Organizacional anhela compartir con su comunidad lo que ha aprendido en más de 600 horas de certificación en yoga.
Muy pocos latinos lo practican en Tucsón, dijo Hilda. “Quizá algunos creen que yoga es sólo para mujeres ‘talla 2’”.
El yoga es para todos, y es muy útil para personas que padecen diabetes o cáncer, añadió. “No es magia ni es religión. Es una técnica para trabajar lo que tienes: tu mente, tus sentidos y tu cuerpo. Hacer yoga es vivir cada día sabiendo cuál es tu intención”.
La egresada de Sunnyside High School dijo que su sueño es abrir un estudio en el sur de Tucsón.
Ahora “tengo mucha energía, porque esta es mi pasión”, dijo Hilda. “Me encanta ayudar a la gente a sentir lo que quizá no sienten cuando andan tan apurados”.