María Reséndiz Uribe mira las fotos de preparatoria de su hijo tomadas el año pasado. No hay forma de que Jonathan Torres Reséndiz se gradúe con su clase ahora.
El joven de 18 años que en la foto aparece con toga y birrete azul y una gran sonrisa se enfrenta a la deportación hacia un país que dejó cuando tenía 6 años.
El estudiante de Catalina High School es indocumentado, y después de haber sido descubierto en la escuela del TUSD con cera de marihuana (wax) y cigarros electrónicos, ha pasado más de tres meses en la cárcel.
Reséndiz cruzó la frontera de México-Estados Unidos con sus tres hijos más pequeños en 2008, siendo Torres el menor. La mujer hizo el peligroso cruce del desierto con sus hijos menos de dos años después de que su esposo de 45 años muriera de hipotermia al intentar la misma caminata.
Reséndiz dice que trajo a sus hijos aquí desde Guanajuato, en el centro de México, para darles una mejor educación y vida.
Ni en la policía de Tucsón ni en el departamentos del sheriff del Condado Pima hay antecedentes delictivos previos de Torres.
El adolescente fue descubierto por la seguridad de la escuela con un cigarrillo electrónico de marihuana el 4 de noviembre, según un informe policial de Tucsón. El personal de seguridad registró su mochila y encontró cera de marihuana y “vapes” adicionales.
Los funcionarios escolares llamaron primero a la policía y luego a su madre. Cuando Reséndiz llegó, Torres estaba siendo arrestado. La policía sacó las esposas y ella tuvo que irse. Era demasiado doloroso verlo.
Torres tenía 11 cartuchos de marihuana en su posesión ese día, según un memorando escrito por el subdirector de Catalina, Michael Beck, y proporcionado por la familia de Torres. Recibió una suspensión de 10 días en espera de una audiencia.
El vapeo se ha convertido en un problema entre los jóvenes en las escuelas preparatorias de todo el país. Los distritos escolares han adoptado políticas para abordar el tema en los últimos años, y el estado ha lanzado campañas para crear conciencia.
Reséndiz desearía que, en lugar de llamar a la policía, la escuela la hubiera llamado antes a ella.
El Distrito Escolar Unificado de Tucsón no hará comentarios sobre detalles específicos en el caso de Torres, pero el código de conducta del distrito exige que se llame a la policía por cualquier acusación de drogas ilícitas, dijo el superintendente, Gabriel Trujillo.
El TUSD no tenía conocimiento del estado migratorio de Torres, ya que no se trata de información que pueda rastrearse legalmente.
“Es una situación difícil”, dijo Trujillo. “Es una situación triste. Ciertamente estamos muy decepcionados de que éste haya sido el resultado, y nuestro corazón está con la familia”.
Se estableció una fianza de $100 dólares para la liberación de Torres el día que fue arrestado. Pero cuando su madre y su hermana fueron a pagarla, descubrieron que había un bloqueo de inmigración en su caso.
Si el ICE pone una detención migratoria, el Departamento del Sheriff le notificará antes de liberar al recluso.
Torres fue sentenciado el 13 de febrero por cargos de posesión por primera vez, recibió 18 meses de libertad condicional, multas mínimas y 200 horas de servicio comunitario. Pero desde entonces está en un centro de detención del ICE en Eloy.
“SOLO UN NIÑO NORMAL”
Torres está esperando los procedimientos de deportación. Si bien a sus amigos y familiares les gustaría contratar a un abogado, todavía tienen que encontrar uno que puedan pagar.
Los abogados voluntarios de Keep Tucson Together, que representa a personas de bajos ingresos en la corte de inmigración del condado, tomarán su caso si la familia no puede obtener un abogado privado.
La familia de Torres espera que el tribunal de inmigración emita una fianza. Pero incluso si lo hace, esos costos varían ampliamente y pueden llegar a miles, dice la defensora pública Margo Cowan, quien dirige la operación.
Cowan dice que hay rutas para buscar alivio a la deportación en un caso como el de Torres. Uno podría ser buscar asilo para que el joven no llegue a una región que no conoce y donde podría estar en riesgo.
Reséndiz dice que su hijo le llora por teléfono. No sabe lo que haría en México.
En la escuela, Torres estudiaba mecánica y carpintería. Esperaba con ansias sus clases, dice su madre. Y trabajaba para ayudar a pagar sus propias cosas y cubrir necesidades.
Cuando era niño, ayudaba en el restaurante donde trabajaba su mamá. Cuando ella tuvo que renunciar a ese trabajo debido a problemas de salud, Torres dejó de jugar futbol para poder trabajar más.
Durante los ocho o nueve años que Torres jugó futbol, fue el primero en presentarse para practicar y el último en irse, dice Daniel Roth, quien lo entrenó durante gran parte de ese tiempo. Roth dice que Torres era un jugador modelo y un buen niño.
La compañía para la que trabaja Roth, M3 Ingeniería y Tecnología, patrocina a niños refugiados e inmigrantes que viven por debajo del umbral de pobreza, y así es como terminó entrenando a Torres.
Muchos de los niños con los que Roth ha lidiado se metieron en problemas, pero “Jonathan siempre estuvo limpio”, dice.
La mayoría de los jóvenes vapean, dice Roth. Él piensa que lo que le pasó a Torres es inaceptable.
“No creo que esté realmente fuera de lugar”, dice. “Es solo un muchacho normal”.