La mañana de invierno en Tucsón, Arizona, es deliciosa. Sol y un airecito dulzón entibian la vida. Desde el estacionamiento se escuchan voces. Son mujeres y están gritando algo. Entro al edificio de la YWCA y las veo. En el patio interior ensayan su mensaje. Vestidas de negro, llevan vendas negras sobre los ojos.
Santiago, Chile, Plaza de Armas. Son cientos de miles. El verano de Santiago empodera sus brazos que sostienen el puño. El eco del cambio esperado desde los tiempos ancestrales se levanta por sobre los Andes para encontrarse con muchos otros. El incendio de la rabia contenida, del silencio que se arrastra por las venas, del cuerpo que ha sido torturado, se encuentra con otros incendios. Ya no hay vuelta atrás. Somos las creadoras de la vida. Del amor.
Acá en Tucsón, comienza a llegar gente. Hay una solemnidad especial, como si algo antiguo se transformara de pronto en nuevo. Me paro frente a ellas, me pongo la venda sobre los ojos, y hablo. De lo que significa que las mujeres del mundo se unan en una sola voz. De que el miedo a hablar, a acusar, a pedir justicia, de pronto se vuelva valentía y lucha y hermandad.
De mi país, Chile, que después de la dictadura de Pinochet, que duró 17 años de terror, ha vivido en una democracia ganada con la unión de todos los chilenos para derrocar al dictador. Desgraciadamente, aunque Chile aparece para el mundo como un país rico, existen profundas desigualdades económicas y sociales.
Las manifestaciones ciudadanas explotaron en octubre en demanda por mejoras en los servicios básicos como las pensiones, la educación y la salud.
Dentro de este marco, el colectivo LASTESIS, creado por cuatro mujeres en Valparaiso, dio un nuevo sentido cívico a las protestas. Y miles de ciudadanas de todo el mundo, con los ojos vendados, repiten los movimientos. Chile, Líbano, México, España, Estados unidos, Turquía, Bolivia, Brasil, India. “Un violador en tu camino” traspasó las fronteras en un grito contra “el patriarcado” y “los machos violadores”.
Las mujeres en la YWCA del Sur de Arizona en Tucsón gritan “Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía. El violador eras tú. El violador eres tú. Son los policías, los jueces, el Estado, el presidente”, con movimientos de los brazos y los pies en un ritmo unificado.
“La culpa, la pena, la humillación y la vergüenza moral deben sentirla los abusadores y no las mujeres cuyos cuerpos han sido violentados, dicen LASTESIS.
Su himno ha sido aplaudido por dirigentes de fama mundial, como la congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez. “A las personas que nos desean entre otras cosas la violación y la muerte, les queremos decir que no les tenemos miedo. Ahora somos miles”, contestan las chilenas.
Lo mostraron el miércoles 4 de diciembre, en las puertas del Estadio Nacional de la capital chilena —un centro de detención en dictadura— cuando al menos unas 10 mil de sus compatriotas se reunieron para gritar juntas este himno.
Las mujeres que participaron en la actividad en la YWCA han realizado conversaciones y talleres acerca de la violencia contra la mujer. Es uno de los objetivos de los programas de la institución: educar, compartir conocimientos y traer a la conversación todos los temas que afectan a las mujeres.
Tucsón es una ciudad en donde existen numerosos grupos y asociaciones de solidaridad con diferentes sectores de la población y con las personas migrantes que pasan por nuestra ciudad. LASTESIS tiene también ahora un lugar en este desierto hermoso y terrible.