Marco Patiño, al centro, se para al lado de su esposa, Luz Dari Acuña, mientras su hijo habla con otra familia en Casa Alitas.

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Marco Patiño y su familia huyeron de Colombia una semana antes de llegar al refugio para migrantes en Tucsón. Las organizaciones criminales lo amenazaban a él, a su esposa y a su hijo, exigiéndoles pagos mensuales superiores a los ingresos de su trabajo en una empresa distribuidora de maquillaje.

Su tío había estado en una situación similar y no había pagado, hasta que la organización criminal le secuestró a su hijo. Luego dio todo lo que tenía para recuperarlo.

“Allá la vida es dura. En todo el país la gente está siendo desplazada. Te quitan la casa y tienes que irte. Y si no, te matan”, dijo Patiño sobre las organizaciones criminales.

La cantidad de migrantes que se presentan en la frontera de EE.UU. con México continúa batiendo récords, al igual que la cantidad de personas que pasan por el Condado Pima y que necesitan asistencia.

En mayo, la Patrulla Fronteriza detuvo a casi 239,500 migrantes en toda la frontera entre EE.UU. y México, el número más alto que se tenga registrado para un mes de mayo.

En Arizona hubo más de 60,000 detenciones en mayo, un número también mayor al de los meses anteriores en los últimos años, aunque no es un récord. Arizona ha visto antes números mensuales más altos de detenidos, incluso durante las administraciones de Clinton y Bush Jr.

El Centro de Bienvenida Casa Alitas, el refugio para migrantes en Tucsón, registró su mayor número mensual en mayo con casi 6,300 personas, unas 2,000 más que cualquier otro mes.

Hacia mediados de junio, el número de personas que llegaban al albergue estaba bajando a unas 100 a 150 personas por día, probablemente porque las altas temperaturas están dificultando el paso.

El aumento de la migración a los Estados Unidos es consistente con las tendencias en todo el mundo. Los crecientes niveles de violencia y el empeoramiento de las situaciones económicas y políticas, exacerbados tanto por la pandemia como en algunos casos por el cambio climático, han llevado a más personas en el Hemisferio Occidental y en el mundo a desplazarse en un número más alto que cualquier otro momento en la historia desde la Segunda Guerra Mundial.

Bajo el Título 42, una política de salud pública de los EE.UU., más de 20,000 de los migrantes que fueron detenidos en la frontera de Arizona en mayo pasado fueron rápidamente expulsados del país sin ingresar al proceso de inmigración de los EE.UU., casi todos provenientes de México, Guatemala y Honduras.

La mayoría de las personas a las que se les permite permanecer en el país mientras esperan para pasar por la corte de inmigración y posiblemente presentar una solicitud de asilo son familias, muchas procedentes de países sudamericanos y de Cuba.

Los nuevos planes solo ayudarán a algunos

El pasado 10 de junio, el presidente Joe Biden y otros líderes de todo el hemisferio occidental anunciaron nuevos planes para ayudar a gestionar la migración en la Cumbre de las Américas.

Las medidas incluyen el anuncio de EE.UU. de casi $340 millones para ayuda humanitaria y apoyo a países de todo el hemisferio que están integrando poblaciones desplazadas de migrantes y refugiados en sus respectivos países.

Además, otros países, incluidos Canadá, México y Guatemala, se comprometieron a expandir la inmigración legal en decenas de miles de personas.

La administración Biden también planea expandir las vías legales de migración, a través de visas para trabajadores agrícolas, trabajadores estacionales no agrícolas y un mayor reasentamiento de refugiados y reunificación familiar.

Aunque la cantidad de inmigrantes que podrían ingresar a todos estos programas no se anunció en el comunicado de la Casa Blanca, los números que se proporcionaron representaron rutas migratorias para poco más de 30,000 personas.

La cantidad de migrantes que se encontraron en la frontera de EE.UU. solo en los primeros ocho meses del año fiscal 2022 es mucho mayor que la de más de 1.7 millones, aunque muchas de ellas son personas que cruzaron de repente y posteriormente se contaron más de una vez.

Estados Unidos también se comprometió con una “Operación encubierta” multilateral para interrumpir las redes de contrabando de personas en todo el hemisferio y mejorar la eficiencia y la equidad del proceso de asilo en la frontera.

Un grupo de migrantes ve televisión dentro de una de las salas de estar de Casa Alitas.

La mayoría de los que vienen a los EE.UU. son familias

Patiño y su familia huyeron casi sin nada. Salieron de Colombia una semana antes, volaron a la Ciudad de México y luego se dirigieron por tierra a la frontera. En un momento, Patiño pensó que entrar a Estados Unidos sería imposible. Ahora que están aquí, se siente mucho más tranquilo.

De Casa Alitas irán a San José, California, donde Patiño tiene un primo, y espera poder solicitar asilo. Se sienten más seguros ahora, aunque no saben lo que les depara el futuro.

“Me siento bien pero a la vez no, porque no es lo mismo venir aquí y vivir la vida que todos ustedes tienen, sabiendo lo que está pasando allá”, dijo. “No es lo mismo. Esto no son vacaciones para nosotros”.

Patiño espera poder trabajar y enviar dinero a casa para que sus familiares en Colombia tengan comida y un techo, dijo. Está contento de estar fuera de Colombia el mayor tiempo posible.

La mayoría de las personas que vienen a Casa Alitas en este momento son de Cuba, Colombia e India, dijo Teresa Cavendish, directora de operaciones de Catholic Community Services, la organización sin fines de lucro que administra el centro de bienvenida.

Aproximadamente la mitad de las personas que vienen a Casa Alitas pertenecen a una unidad familiar. Y algunas de las personas solteras en el centro de bienvenida pueden haber sido separadas de una pareja con la que viajaban si no cumplen con la definición de familia definida por las autoridades fronterizas.

Casi la mitad de los migrantes que cruzaron la frontera hacia Arizona en mayo y fueron ingresados al sistema de inmigración en lugar de ser expulsados inmediatamente del país estaban en una unidad familiar o eran menores no acompañados.

Muchas de las personas que vienen a Casa Alitas, donde generalmente solo se quedan un día, se van a quedar con amigos y familiares en Florida, Nueva York, Nueva Jersey, Texas y la costa oeste, dijo Cavendish.

Las cifras más altas en mayo ejercieron presión sobre la organización sin fines de lucro en términos de espacio para que las personas se queden, y viajes de ida debido al aumento del costo de los viajes aéreos. La organización tuvo que expandir su estructura existente muy rápidamente, pero los fondos que recibió del gobierno federal cubrieron los mayores costos.

El Condado Pima ha recibido más de $10 millones de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias desde abril de 2021 para servicios para migrantes como los que brinda Casa Alitas. La financiación debería durar los próximos meses, dijo Cavendish.

‘Es mejor irse’

Hace unas semanas, había unas pocas docenas de personas en el centro de Tucsón tratando de averiguar cuál sería su próximo paso. Muchos estaban en sus teléfonos. La gente esperaba en la fila para hablar con los voluntarios que se aseguran de tener sus documentos de inmigración en orden. Algunos están recogiendo rápidamente sus cosas para ir al aeropuerto.

Muchos de ellos cruzaron la frontera en el sector de Yuma, donde la caminata desde una ciudad hasta una abertura en el muro fronterizo no es muy larga. El número de personas que cruzan la frontera en Yuma ha aumentado durante el último año y medio. Casi el 90% de los encuentros de la Patrulla Fronteriza en Yuma en mayo fueron con personas de países como México, El Salvador, Guatemala y Honduras.

La forma en que las organizaciones criminales amenazaban a Patiño y su familia es similar a lo que muchos que huyen a la frontera de Estados Unidos están experimentando en México y América Central y del Sur.

El padre de Patiño había sido víctima del conflicto armado en Colombia. Organizaciones criminales le quitaron su propiedad hace unos 16 años y desde entonces él estaba pagando por la tierra que le quitaron. Cuando su padre murió de COVID-19 hace un año, la deuda forzosa se transfirió a Patiño, dijo.

Y cuando no pudo pagar, amenazaron con lastimar a su esposa e hijo.

“Así es la vida en Colombia”, dijo. “Es muy complicado. La idea de que alguien no puede encontrar trabajo allá, que no puede sobrevivir, no es cierta. Una persona puede hacer eso. Trabajé y mantuve a mi esposa y a mi hijo. Una persona puede hacer mucho. Pero cuando terminas en una situación como esta, es mejor irse. No quiero que le pase nada malo a mi hijo”.


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Contacta a la reportera Danyelle Khmara en dkhmara@tucson.com,520-573-4223.

En Twitter: @DanyelleKhmara. Traducción: Claudia Bungard.