Analy Guzmán en la cocina de su camión de comida, El Antojo Poblano, en el suroeste de Tucsón, el 24 de septiembre de 2020. Guzmán ha aprovechado la asesoría del Women's Business Center del Sur de Arizona para solicitar recursos de ayuda para empresas afectadas por la pandemia.

Este reportaje fue creado por La Estrella de Tucsón con el apoyo de Solutions Journalism Network, una red que capacita y conecta a periodistas para reportar cómo responde la gente a los problemas. Esta entrega es una de varias que exploran cómo el COVID-19 está impactando a la comunidad Latina de Tucsón y qué soluciones están surgiendo para ayudarla.


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Analy Guzmán ha trabajado como empleada en varios restaurantes, y durante dos décadas soñó con tener su propio negocio, en donde podría servir los platos tradicionales de su natal Puebla para ofrecer algo diferente a la gastronomía de Tucsón.

En febrero de 2019, después de un gran esfuerzo, persistencia y de convencer a su familia de que podía tener éxito en cumplir su sueño, finalmente abrió su camión de comida, El Antojo Poblano, en el lado oeste de la ciudad.

“Mi negocio es una carreta, pero no es una carreta como muchas”, dice. “Mi carreta es una carreta especial, cuidamos cada detalle. Me gusta tener flores en las mesas, porque queremos que cuando la gente viene se sienta a gusto. Pusimos el piso, tenemos un cooler, siempre está limpio”.

Su food truck está estacionado en un lote cercado en St. Mary’s Road, cerca de N. Grande Avenue, y antes del Covid usaba cubiertos y platos reusables para servir las cemitas, chalupas, huaraches y mole hechos con recetas familiares e inmenso orgullo y amor por su cultura.

“El pueblo de donde yo soy se llama La Ceiba ... y la verdad estamos muy orgullosos de nuestras raíces, costumbres y tradiciones, lo cual quisimos plasmar en nuestro negocio”, cuenta Guzmán. “Yo creo que es el amor a la gastronomía de nuestra tierra lo que nos inspira a traer esto, porque cuando yo cocino, yo no cocino para mis clientes, yo cocino para mi familia. Es lo que son mis clientes”.

Cuando se aproximaba el primer aniversario de El Antojo Poblano a principios de 2020, Guzmán — cuyo esposo, hermana e hijos ayudan a llevar el negocio — se sentía bastante bien con respecto al año que tenía enfrente.

“En enero y febrero, apenas, dije: ‘estamos en el punto exacto, y esto va para arriba’”, recuerda. “Empezaba ya a crecer el negocio, más gente, más todo. Y en marzo se vino todo abajo”.

Como tantos otros negocios, los últimos meses en El Antojo Poblano han estado llenos de cambios en las operaciones provocados por la pandemia, incluyendo periodos de tiempo que tuvo que cerrar, limitar horas de servicio y solo ofrecer comida para llevar.

La gente seguía yendo a ordenar comida, pero las ventas habían disminuido significativamente y, para colmo de males, alguien se metió a robar el generador que la carreta usa para la electricidad.

“Yo dije: ‘¿Cómo vamos a trabajar?’ Nosotros vivimos de esto. Tengo cuatro hijos, y con los gastos de mi casa, del negocio”, comenta. “Yo decía: ‘¿Cómo voy a vivir, si todo esto está pasando en plena pandemia?’ Por eso mismo estoy súper agradecida por el apoyo recibido, por todas las personas involucradas en hacer llegar esta ayuda a las personas de pequeños negocios que en realidad lo necesitamos. Yo creo que somos los más afectados en estos momentos”.

Incluso en los mejores tiempos, las pequeñas nuevas empresas, especialmente aquellas en la industria alimentaria, como la de Guzmán, tienen bastante dificultad para acceder a capital, según Francisca Villegas-Braker, directora del Centro de Negocios para Mujeres (WBC, por sus siglas en inglés) de la YWCA del sur de Arizona. El centro trabaja con cualquier persona que quiera iniciar y hacer crecer un negocio, pero sirve principalmente a mujeres no anglosajonas o de color y a la comunidad de habla hispana.

Villegas-Braker dice que los requisitos estrictos para solicitar programas de asistencia federal destinados a ayudar a las pequeñas empresas afectadas por la pandemia, como el Programa de Protección de Pago (PPP) y el Préstamo de Desastres por Daños Económicos ofrecidos a través de la Administración de Pequeñas Empresas (SBA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, hicieron que calificar o incluso solicitar estos programas sea increíblemente difícil.

“Los préstamos del SBA, históricamente hablando, son muy estrictos...quieren que tengas crédito perfecto, (expedientes) perfectos”, dice Villegas-Braker. “…querían que todo se viera muy bien para aprobar el negocio. Bueno, si lo piensas, los jardineros, negocios basados en alimentos, panaderos, peluqueros, ellos generan muchos ingresos. También pueden recibir mucho dinero en efectivo, podrían ser contratistas independientes tipo 1099. Lo que quiero decir es que no tienen un expediente perfecto para calificar para un préstamo del SBA, así que ese es uno de los obstáculos para las pequeñas empresas”.

Muchos negocios no estaban establecidos adecuadamente para solicitar este tipo de fondos por muchas razones, incluyendo el no tener una cuenta bancaria del negocio y tener dificultad para calcular la nómina si su empresa dependía de subcontratistas, explica Villegas-Braker. Muchos microempresarios y emprendedores que trabajan por cuenta propia simplemente no estaban listos para solicitar ese tipo de programas y se quedaron batallando con ingresos que iban a la baja y sin ayuda.

Era este tipo de negocios el que la alcaldesa y el Concejo de la Ciudad de Tucsón tenían en mente cuando en mayo votaron por unanimidad para asignar $2 millones de dólares del dinero federal de la ley CARES para financiar las Subvenciones de Continuidad para Pequeñas Empresas a través del Fondo de Resiliencia We Are One/Somos Uno.

“Lo que vimos con el Programa de Protección de Pago con el gobierno federal es que la mayoría de esos fondos se fueron a grandes corporaciones y negocios, pero las pequeñas empresas familiares, que conforman la mayor parte de la creación de empleo aquí en la ciudad de Tucsón, realmente se quedaron con la carga y sin fondos”, dice la alcaldesa Regina Romero.

“Nuestra intención fue crear un programa que diera prioridad a las pequeñas empresas locales que no habían recibido fondos del PPP. Además, queríamos asegurarnos de que había un enfoque en la equidad y que la mayoría de las pequeñas empresas vulnerables en nuestra ciudad tenían prioridad. Dimos prioridad a las pequeñas empresas de propiedad local, de mujeres, de minorías y de veteranos dentro de la ciudad de Tucsón y Sur Tucsón”.

AYUDA ACCESIBLE

El Centro de Negocios para Mujeres fue seleccionado para ejecutar el proceso de solicitud y administrar los fondos para el programa destinado a auxiliar a las empresas que tenían problemas para pagar la nómina y los gastos operativos.

El programa se dividió en dos fases para garantizar que más empresarios tengan la oportunidad de solicitar la ayuda. La primera fase empezó a finales de julio y la segunda fase está en marcha. Todavía se aceptan solicitudes.

Claudia León, Francisca Villegas-Braker, Narda Flores y Alexa Rodrígez conforman el equipo del Centro Empresarial para Mujeres (WBC) de la YWCA del Sur de Arizona. En la imagen, el día en que el WBC fue reconocido como el mejor del estado por el SBA.

Para ser tomadas en cuenta, las empresas deben tener menos de 50 empleados, no haber recibido fondos a través de PPP ni el Economic Injury Disaster Loan del SBA (excluyendo el adelanto del EIDL) o el Fondo de Ayuda para Emergencia de Rio Nuevo y deben ser capaces de demostrar dificultades económicas o pérdida de ingresos debido a la pandemia. Los fondos deben utilizarse para gastos operativos como la renta o la nómina y no pueden ser utilizados para pagar impuestos sobre las ventas.

Dependiendo de la cantidad de ingresos que una empresa perdió entre febrero y mayo, ésta puede recibir un apoyo de entre $2,500 y $10,000, el cual no tiene que ser devuelto.

El Centro de Negocios para Mujeres creó la solicitud en inglés y español y la hizo lo más simple posible para facilitar el proceso a los propietarios de negocios.

Guzmán, quien lee muy poco el inglés y no lo escribe para nada, dice que solicitar esta ayuda fue un proceso mucho más fácil que otros programas de asistencia que había solicitado, incluyendo uno cuya solicitud era de 17 páginas.

El WBC también incluyó asistencia técnica para que los solicitantes pudieran obtener ayuda telefónica del personal en cualquier etapa del proceso, como asistencia para completar la solicitud en línea, para abrir una cuenta bancaria para su negocio y registrarse para un número de identificación federal para la empresa (EIN, por sus siglas en inglés).

El personal del WBC también realiza llamadas de seguimiento a las empresas que presentan solicitudes incompletas para ver si pueden ayudarlas a completar el proceso. Casi la mitad de las 512 solicitudes recibidas hasta la fecha han requerido alguna forma de asistencia técnica.

A mediados de septiembre se habían financiado 174 subvenciones por un total de 1 millón de dólares, y casi la mitad de los fondos se destinaron a empresas propiedad de mujeres y el 36.5 por ciento a empresas propiedad de minorías.

La mayor cantidad de subvenciones, por un total de $315,000, se ha distribuido a empresas en el distrito electoral 1, que cubre las partes oeste y suroeste de la ciudad, un área que recibió muy pocos préstamos PPP.

Esta es la zona donde Ahydee Almazán ha operado su panadería Dolce Pastello, conocida por sus pasteles mexicanos, como el de tres leches y flanes, dentro del Mercado San Agustín desde 2011.

“Antes de la pandemia habíamos empezado el año muy bien. Estaba muy contenta, porque sentía que ya habíamos llegado al nivel que necesitábamos, estábamos vendiendo muy bien”, dice.

El Mercado cerró temporalmente y se sugirió a los negocios que ofrecieran comida solo para llevar por un tiempo. Luego empezaron las cancelaciones de pedidos para fiestas y bodas.

Ahydee Almazán decora un pastel de fresas con crema en su tienda, Dolce Pastello Cakes, en el Mercado San Augustín, en Tucsón. Después de solicitar sin éxito otras ayudas, Almazán dice que la subvención del Fondo de Resiliencia Somos Uno la ayudó a mantener su negocio en marcha.

“Yo tengo muchas bodas de personas de fuera que vienen a casarse aquí. La primera pareja que me canceló era de Nueva York, y dije ‘¿cómo no ayudar a esa persona?’ sabiendo que no está en sus manos; tienes que ser humana y ponerte en el lugar de ellos”, dice. “Y sí reembolsamos casi todos los contratos de boda. Y luego todos los pasteles y pedidos se redujeron a tamaño chiquito. La gente decía, ‘pues es que nomás somos 4 o nomás somos 6’”.

Almazán redujo su personal hasta quedar solo ella y una empleada, y utilizó sus ahorros para ayudar a sostener el negocio hasta que fue aprobada para la Subvención de Continuidad para Pequeñas Empresas. Dice que era su última esperanza para que su negocio siguiera funcionando.

Almazan intentó solicitar financiamiento a través de bancos y otros programas, pero no calificó y no entendió por qué.

“Era como si las pequeñas empresas no tuvieran acceso a la financiación, porque pensaban que no podíamos pagar la deuda a pesar de que nuestros estados de cuenta y de que todo estaba ahí”, dice.

Con el dinero que recibió pudo contratar a otro empleado y comprar materia prima para elaborar sus pasteles.

DE LA NECESIDAD A LA OPORTUNIDAD

El WBC también ayudó a Almazán a construir un sitio web para que pudiera recibir pedidos en línea y la ayudó a establecerse en plataformas de entrega de comida como DoorDash para diversificar sus fuentes de ingresos.

Ayudar a las empresas a hacer los cambios necesarios para competir en la economía durante el COVID-19 y poner en orden sus expedientes y finanzas con el fin de que estén preparadas para solicitar futuros programas de asistencia es otra forma en la que el WBC está ayudando a sus actuales clientes y receptores de la Subvención de Continuidad para Pequeñas Empresas a aguantar la pandemia.

Se requiere que cada beneficiario seleccione y tome al menos un curso gratuito ofrecido por el Centro Empresarial para Mujeres que lo ayudará a fortalecer su negocio.

“No sabemos si ésta (la pandemia) se va a acabar, o cuándo va a suceder eso, así que queremos asegurarnos de que esto no sea solo un apoyo sino también una oportunidad para aumentar nuestra capacidad para planificar el futuro, porque no sabemos qué tan pronto podremos volver a la normalidad, o si podremos volver a la normalidad”, según Villegas-Braker.

Mientras que la subvención fue una inyección única de efectivo y Guzmán, de El Antojo Poblano, todavía está trabajando para obtener fondos a través de un préstamo de financiación colectiva de la organización sin finde de lucro Kiva para ayudar a su negocio con otras necesidades, dice que la subvención le dio la esperanza necesaria para mantener vivo su sueño.

“La verdad, estaba yo a punto de tirar todo. El negocio necesita inversión y yo ya no tenía”, dice, y añade que había solicitado sin éxito otros programas de préstamos.

“Cuando me avisaron que sí me habían aprobado, ‘¡Oh my God! ¡Gracias!’, dije. Porque, la verdad, estábamos a casi nada de vernos en la necesidad de cerrar”, narra Guzmán. “Y la verdad no era mi plan, porque yo pienso que nosotros nos vamos a expander y vamos a ser un negocio grande”.


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