Era el último de seis martes que abarcó el curso.
El Auditorio Berger del Colegio de Administración Eller de la Universidad de Arizona lucía lleno. Pantallas gigantes, invitados especiales, panelistas. Fuera del auditorio, familiares de los participantes aguardaban con flores y globos. Una graduación formal.
El grupo de más de 240 participantes, ataviados todos para la ocasión, coronaba los 10 años del Programa de Certificación de Negocios y marcaba el regreso a las clases presenciales, después de dos años de impartir el programa a través de Zoom a causa de la pandemia del Covid-19.
Las clases se habían efectuado de 6 a 9 p.m. cada martes desde el 22 de febrero hasta el 29 de marzo de 2022 y representaron para muchos de los participantes su primer contacto con un aula y con maestros de la Universidad de Arizona. O de cualquier universidad.
Había empresarios con experiencia, novatos, potenciales emprendedores, personas tratando de contribuir al negocio familiar, estudiantes y maestros. Había gente con estudios de postgrado y otros con escuela media trunca.
Desde el director del programa, pasando por el maestro más experimentado y hasta el participante más callado, todos llevaban a cuestas una historia personal, una línea de tiempo que en determinado momento los había metido al mundo de los negocios, o estaba por hacerlo.
Cada semana, de Sonora llegaba un autobús que transportaba a estudiantes y maestros de las universidades tecnológicas de Ciudad Obregón y de Hermosillo. Los de Guaymas y Nogales venían aparte, igual que los de la Universidad de la Sierra.
La Certificación de Negocios es un producto del Programa de Desarrollo Económico del Colegio Eller generado en 2012 como respuesta a un planteamiento de JP Morgan Chase Bank, el principal patrocinador del curso en esta década.
Ildefonso Martínez, cariñosamente llamado y autopromovido como Poncho, fue contratado en ese tiempo por la Universidad de Arizona específicamente para desarrollar el programa. Desde entonces, la Certificación de Negocios se realiza dos veces al año, una en español y otra en inglés.
“Chase trajo la idea de ayudar a la comunidad más vulnerable”, dijo Poncho en una entrevista posterior a la conclusión del curso. Narró que la ex directora del programa de doctorados de Eller, Leslie Eldenburg, tuvo la visión necesaria para aceptar la propuesta de Chase y encaminarla a servir de una forma especial a la comunidad de microempresarios hispanos que tradicionalmente se ha concentrado en el sur de Tucsón.
“Generalmente, las empresas pequeñas empiezan de la nada y generalmente carecen de educación formal de negocios”, dijo Poncho. “No de carácter. No de ganas ni de pasión… Muchos de ellos empiezan a manera de crearse un empleo”.
Sembrar la semilla
La Certificación de Negocios fue diseñada para abrir una puerta hasta entonces inalcanzable para muchos a la educación empresarial.
Pero es imposible profundizar en 18 horas en temas de finanzas, mercadotecnia, valor agregado, propósito y los elementos operativos de un negocio. Ni siquiera es parte del objetivo del curso, ni del Colegio Eller en general, que los estudiantes salgan con un plan de negocios.
“Lo que queremos es dejar esto como una semilla para que luego el participante lo digiera (el contenido del curso) y lo haga de él”, dijo Poncho.
Misión cumplida.
El Dr. Carlos Alsua, profesor de práctica del Centro de Emprendimiento McGuire del Colegio Eller, se pinta solo para regar la semilla.
Ha recorrido el mundo, creado e invertido en empresas, fracasado, aprendido y enseñado. Lo suyo es el emprendimiento y la innovación, el liderazgo, la mentalidad de crecimiento y la ética. Estuvo a cargo de las sesiones 1 y 4 de la reciente Certificación de Negocios y durante esas seis horas echó a andar la cabeza, la imaginación y el corazón de los participantes.
Los estudiantes correspondieron al profesor Alsua con la mejor evaluación que cualquier instructor del curso -incluyéndolo a él mismo- haya tenido en estos 10 años.
Venir de atrás
La noche de la graduación, el profesor Alsua y Poncho recogieron aplausos de la vibrante comunidad emprendedora latina de Tucsón, el sur de Arizona y el norte de Sonora. De pie.
“Esa clase que dio Carlos a mí me resuena más, me hace pensar qué realmente me ha movido y por qué estoy haciendo esto”, dijo Pedro Ávila, propietario de Gentlemen´s Choice Baber Shop en 2528 E 6th Street, cerca de Tucson Boulevard, y participante del curso.
Hubo un tiempo durante la primera década de este siglo XXI en que Pedro sentía que era el fin de su vida. Se vivía la depresión económica que dejó a mucha gente sin su casa propia, Pedro incluido, y eran además tiempos de dolorosos ajustes personales para él.
“Estaba segurísimo de que me iba a morir; era cuestión de tiempo”, dijo Pedro en conversación telefónica. “Pero Dios tuvo compasión, y aquí estamos”.
Pedro escribió su línea de tiempo en respuesta a un ejercicio que el profesor Alsua encargó a los participantes de la certificación. Todo empezó siendo chico: “Que toquen a la puerta de tu mamá para cobrarle el crédito que debe… Nosotros crecimos con eso de: ‘vete a pedirle prestado al vecino para pagar’”, contó Pedro. “Lo detesté”.
Ahora Pedro tiene sed de aprender más sobre negocios.
“He estado cortando pelo, pero lo que quiero ahora es más manejar, enseñar, entrenar, expandir el negocio”.
Después de esta certificación, Pedro, originario de Puebla, México, planea seguir capacitándose, algo que no sorprende a Poncho.
“Muchas personas que han tomado este curso después han seguido estudiando aquí en la universidad”, dijo Poncho. La semillita queda sembrada.
Poncho dijo que desde los primeros años, aproximadamente el 65 por ciento de los participantes de la Certificación de Negocios han sido mujeres. En total, 3,354 personas han tomado estos cursos en los dos idiomas.
“La mujer viene de atrás… se rezagaron y no por voluntad, las rezagamos”, reflexionó Poncho. “Ahora hay muchas más mujeres capacitándose y emprendiendo”.
Entre las mujeres de esta certificación, por ejemplo, estaban Selene Zabalza, quien maneja el centro para eventos Casa Blanca Venue; Alejandra Escalante, una de las fundadoras de la agencia de publicidad y revista Aslo; María Lourdes Pro, bróker hipotecario en México y consultora en bienes raíces en Arizona; Emma Marisol Vargas García, quien presta servicios de belleza en Beauty Studio MV; Adriana Barrios, propietaria de The Spice Jam, donde vende jaleas, mermeladas y especias; Karo, que ofrece servicios migratorios en Consulting & Immigration Services; Gladys ofrece diseño y publicidad impresa; hay otro negocio propiedad de una mujer que vende productos para el cuidado del cabello y la piel; Marisela comercializa productos regionales artesanales en Sonora y Estados Unidos, entre muchas otras.
Una de ellas era Gabriela Leal. “Estaba tomando el curso para ver cómo podíamos ayudarnos”, dijo la madre de dos hijos en referencia a la empresa de venta y servicio de aires acondicionados de su esposo, Alexis Ortega. “Yo no sabía nada, fue como abrirme a cosas nuevas, a experiencias, a aprender cosas de las que ni siquiera tenía idea”.
Diez años
La primera generación de la Certificación de Negocios de la Escuela Eller de la UA la integraron 54 personas, la mayoría invitadas personalmente por Poncho en sus recorridos por negocios del sur de Tucsón. Entonces las clases se impartían en la sede la YWCA, en Bonita Avenue, justo al oeste de la Interestatal-10, una de las varias organizaciones donde Poncho y su esposa, la chilena Rebecca Cartes, han hecho trabajo voluntario en Tucsón.
Los cursos han ido ganando popularidad y reconocimiento.
La noche de la más reciente graduación, el templete y la primera fila de butacas del auditorio estaba lleno de personalidades e invitados especiales. Estuvieron como panelistas y muestras de liderazgo Ramón Macazani, propietario de Ramon´s Automotive; Zulma Cárdenas, gerente de sucursal de Wells Fargo en Valencia Rd., el productor y conductor de televisión Ramón Torres, y Daniel Contreras, el famoso dueño de El Güero Canelo. Poncho dijo con orgullo que eran ex alumnos de la certificación.
Las fechas para el próximo curso, que se proyecta sea en inglés durante la segunda mitad de este año, aún no son oficiales, pues dependen de la capacidad de cerrar acuerdos de patrocinio.
El programa se sostiene de donaciones que hacen posible que los participantes reciban una beca por los $300 dólares que cuesta la certificación, de forma que las y los microempresarios no tienen que invertir de su bolsillo.
También los participantes de Sonora reciben este apoyo.
Poncho dijo que en años anteriores ha habido personas que viajan cada semana desde Los Mochis, Sinaloa, además de los de Sonora.
Uno de los sonorenses que vino al reciente curso cada martes en el autobús que patrocinó la Secretaría de Educación del Gobierno de Sonora es Carlos Alejandro Valenzuela Montoya, estudiante de Procesos Industriales de la Universidad Tecnológica del Sur de Sonora y microempresario. Carlos tiene en su casa una planta purificadora de agua de autoservicio.
Carlos narró que durante las seis semanas del curso, los participantes de Ciudad Obregón salían a las 4:15 a.m. en un autobús comercial con rumbo a Hermosillo . “Nos recogía el camión de la UTH (Universidad Tecnológica de Hermosillo) en la terminal y desde Hermosillo a Tucsón nos íbamos con ellos”. Alrededor de las 3 o 4 de la tarde estaban cada martes en la garita Mariposa, en Nogales, y de ahí “derechito hasta Tucsón”.
Cada quien llevaba su “lonche”, contó Carlos, y a veces se comunicaban con los estudiantes de Guaymas, quienes hacían una lista de pedidos de comida y la compraban para sus compañeros. De regreso, en algunas ocasiones el autobús paró en Nogales, Sonora, para la cena. Llegaban de madrugada a Hermosillo y de ahí los de Cajeme volvían a tomar un camión comercial hasta Ciudad Obregón. “Unos nomás se iban a su casa a arreglarse y de ahí a la escuela”, dijo Carlos.
Las peripecias del último día les dieron un toque épico a los viajes semanales.
El autobús que venía de Hermosillo no pudo cruzar a Estados Unidos por fallas mecánicas y las llantas de la camioneta de los otros viajantes requerían aire para poder seguir. Las universidades y el Consulado de México en Tucsón se movilizaron para ayudar. Los sonorenses llegaron a la ceremonia.
“Sí valió la pena”, Dijo Carlos. “Es un curso bastante importante. Es una conferencia que te permite tener las bases para empezar tu propio proyecto de negocio con los conocimientos básicos en temas financieros. Incluso hasta moralmente te ayuda el saber que como empresario te vas a caer y te vas a levantar”.
Para mayores informes sobre posibles certificaciones futuras, contacta a Poncho Chávez en ichavez@arizona.edu.