Cuando sus miradas se cruzaron, inmediatamente lo supieron. No se habían dicho nada. Pero se cantaron el uno al otro.

Javier se presentaba con el Mariachi La Fuente, en el viejo y popular restaurante de North Miracle Mile, cuando vio a Stephanie, quien había ido ahí con amigos a disfrutar de la música. Javier le cantó a Stephanie el clásico bolero mexicano “La Barca”.

“Nuestros ojos se quedaron bloqueados”, dijo él.

Un par de canciones después, Stephanie, quien también es mariachi, se paró en el escenario y le correspondió la serenata a Javier con otro gran clásico “Entrega Total”.

“Fue cautivante”, dijo ella.

Un par de meses después, Javier, quien había estado trabajando como mariachi en Los Ángeles, volvió a casa en busca de la hermosa mujer. Era amor de mariachi, completo y verdadero.

Desde aquella noche memorable de agosto de 2005 cuando se cautivaron uno al otro, los Molina se han convertido en instructores reconocidos de mariachis juveniles, inspirando a sus estudiantes con la misma pasión que ellos sienten por esta música incrustada en la cultura tucsonense.

“El Mariachi nos une”, dijo Stephanie después de un ensayo reciente del Mariachi Sensacional, en preparación para la participación del grupo en la trigésimo quinta Conferencia Internacional del Mariachi del Tucsón, a celebrarse del 26 al 29 de abril en el Casino del Sol Resort.

Este mariachi formado por los Molina en el 2009 lo integran 15 estudiantes de secundaria y preparatoria de Tucsón, Sahuarita y Three Points. Los Molina son también instructores y directores del Mariachi Los Toritos, de White Elementary School, en el suroeste de Tucsón, y lo son también del mariachi de Viva Performing Arts Dance Studio, en South Park Avenue. Y ellos mismos son integrantes del Mariachi Quinto Sol.

No solamente se casaron uno con el otro sino también con la música de mariachi y con los estudiantes.

Los Molina ven a los niños como su familia, dijo Celeste Salomon, mamá de una de los integrantes de Sahuarita, quien describió a Javier y Stephanie como “cuidadosos, cálidos y generosos”. Salomon, cuya hija de 14 años, Jordan Holland, toca el violín, admira el enfoque que los Molina ponen en los detalles al momento de enseñar.

Pero igual que todos los demás buenos instructores de mariachi, los Molina “enseñan algo más que música”, dijo Solomon, quien viene de una familia de músicos, entre ellos su abuelo, Lalo Robles, líder de orquesta en los tiempos de la post guerra en Tucsón. Los muchachos aprenden disciplina, compromiso, preparación y concentración. Así es que no es fortuito que los estudiantes de mariachi además sean grandes alumnos en el salón de clases.

“Desarrollan una mentalidad de solista y de grupo”, dijo Salomon.

Javier, egresado de Pueblo Magnet High School, y Stephanie, quien estudió la preparatoria en Cholla High Magnet School, han seguido los pasos del enorme patrimonio del mariachi en Tucsón. No es una exageración considerar a Tucsón el lugar de nacimiento de los grupos juveniles de mariachi y plataforma para los mariachis de todo el país.

Javier inició su camino, no muy convencido, cuando estaba en octavo grado. Sus dos hermanos mayores, también mariachis, Miguel e Israel Molina -actualmente en el Mariachi Cobre, originario de Tucsón pero ahora en Florida-, animaron a Javier a entrar al Mariachi Changuitos Feos de Tucson, el padre de los mariachis juveniles. Sus dudas pronto se convirtieron en determinación. Después llegó a actuar ocasionalmente con el Mariachi Cobre y trabajó con varios más en Los Ángeles.

La ruta que siguió Stephanie fue un poco distinta. De niña estudió piano clásico. Después aprendió violín cuando era alumna de la primaria White y empezó a tomar clases de mariachi en la secundaria. En Cholla era parte del Mariachi Los Potrillos y participó en grupos profesionales.

Actualmente, además del mariachi, Javier y Stephanie estudian e interpretan ópera. Hace poco participaron en “Diálogos de las Carmelitas”, del Teatro de Ópera de la Universidad de Arizona.

Mientras que para otras parejas el trabajar juntos puede ser difícil, los Molina, quienes tienen un hijo de 6 años, sienten muy poca presión. “De hecho, creo que la música nos tranquiliza. No nos ponemos tensos. No nos encelamos”, dijo Stephanie.

Es esa calma, su compromiso con lo que hacen y con el otro, lo que transmiten a los jóvenes mariachis, quienes se alimentan del amor y respecto que se muestran los Molina.

Los jóvenes mariachis se han dado cuenta de que hay algo más que música y mariachi.

Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.


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