En una foto circa de 1880 en la que se aprecian los jardines de la Misión San Agustín y la casa de Leopoldo Carrillo y el Convento de dos pisos. Este sitio es considerado la cuna de Tucsón. La tierra a lo largo del Río Santa Cruz ha estado inhabitada por unos 4 mil años, y ahora quieren construir ahí un proyecto comercial.

No esperé a que I.K. Bruto me llamara. Esta vez yo lo llamé.

“¿Escuchaste las entrevistas?”, pregunté a mi viejo amigo imaginario que de vez en cuando aparece en mis columnas.

Pude sentir su risa. “Amigo, estaba esperando tu llamada”, dijo mientras su sonrisa tomaba un tono sarcástico. Entonces, Bruto agarró vuelo.

“Las escuché, y lo que oí es que el velódromo se va a construir, sin importar que tú y tus vecinos del oeste de la ciudad se opongan”, dijo. “Acéptalo”.

Así sonaron esas entrevistas en radio para mí.

El mes pasado, Damion Alexander, desarrollador del propuesto velódromo del Cerro de la “A”, una pista de ciclismo y un parque recreativo con senderos para andar en bicicleta y para caminar, promocionó su plan en “Life Along the Streetcar”, en Downtown Radio. Estuvo acompañado por Gene Einfrank, presidente de la Asociación de Vecinos de Menlo Park.

Fue un programa en dos partes enfocado en la propuesta de Alexander para desarrollar unos 40 acres desocupados encima del viejo basurero de la ciudad a los pies de Sentinel Peak, sitio considerado el lugar de nacimiento de Tucsón.

El sitio es más que la colonia europea original establecida a fines del siglo 17. La tierra a lo largo del Río Santa Cruz ha estado inhabitada por unos 4 mil años y los Tohono O’odham, descendientes de los habitantes originales, han empezado conversaciones con el distrito Rio Nuevo, que controla esta tierra, para recuperarla.

Alexander y Einfrank hablaron sobre rendir homenaje al pasado, respetando las preocupaciones de los vecinos sobre el tráfico y el aburguesamiento y creando un proyecto con el que estarían felices. “Excepto tú”, dijo Bruto. “Tú suenas como como alguien típico de las casas de lujo de Foothills que dice ‘sí, pero no en mi vecindad’”.

Bruto sabe más, por supuesto. Soy un residente de Menlo Park apasionado por preservar lo poco que queda de la historia física de Tucsón.

Aunque Alexander y Einfrank dijeron “las cosas correctas”, también insinuaron que los oponentes al velódromo no están dispuestos a comprometerse con un plan que tenga mayores implicaciones y efecto en el oeste de la ciudad y que incluso hay algunos opositores que preferirían dejar la tierra inactiva. Son simplezas.

Más aún, aunque algunos habitantes cercanos puedan tener “una voz fuerte” sobre la propuesta, dijo Alexander, “yo tengo a miles de personas que piensan que esta es la mejor idea”.

Aquí vamos de nuevo. Hace 50 años, “miles de personas” pensaron que la mejor idea era arrancar el viejo y descuidado barrio del centro histórico y forzar la reubicación de familias y negocios generacionales para construir un centro comunitario moderno y espacio comercial. El abandonado pero orgulloso barrio mexicano, negro y chino avergonzaban a los líderes políticos y empresariales que creían que el barrio y sus residentes no encajaban con la moderna comunidad del suroeste.

Ahora estamos frente a otra de esas “grandes propuestas” que no podemos dejar pasar y que hará más grande a Tucsón.

Alexander, agente de bienes raíces y ciclista ávido, dijo que Arizona no cuenta con un velódromo de nivel profesional y que construir uno atraería a ciclistas de Tucsón y de cualquier otra parte para entrenar aquí. Él dice que los ciclistas que gastan mucho inyectarían de 18 a 20 millones de dólares a la economía de Tucsón. Dijo que sería comparable a El Tour de Tucson.

“No es un deporte barato”, dijo. “Es caro”.

Aunque construir el velódromo en el viejo vertedero no desplazaría directamente a ningún habitante de la zona, tendría el gran potencial de llegar a hacerlo, El velódromo sería la continuación de los cambios veloces que están dando una nueva forma al centro y al oeste de la ciudad.

Caterpillar está construyendo nuevas oficinas corporativas regionales; el Mercado San Agustín está expandiendo su centro comercial, se están haciendo nuevas viviendas en West Congress Street. Estos y otros desarrollos futuros están elevando el valor de las propiedades y las rentas, forzando a residentes de toda la vida a irse para hacer espacio para nuevos habitantes jóvenes que puedan costearse la vida en el lado oeste.

Alexander minimiza al velódromo en sus planes. Dijo que la esencia de su plan estaría enfocada en el ciclismo recreacional, el desarrollo de un parque sobre el Desierto de Sonora y el tributo al pasado.

“Sería un verdadero Parque de la Herencia de los Orígenes de Tucsón (Tucson Origins Heritage Park)”, dijo, cooptando lo que los preservacionistas históricos han defendido durante mucho tiempo y un componente esencial de la misión original de Rio Nuevo que los votantes adoptaron en 1999.

Pero el plan de Alexander no existe sin el velódromo. El velódromo sería un plan comercial manejado por un arrendatario, con fines de lucro, con casa club, iluminación para eventos nocturnos, bocinas, 250 espacio para estacionamiento y puestos de comida. Todo eso metido con calzador en un espacio reducido con una sola calle de acceso.

“Si alguien puede elaborar un plan que deje dinero, podemos hablar sobre un plan común”, dijo Alexander, arrojando el guante.

Rio Nuevo está aquí para generar ingresos, dijo.

A Bruto le dio una tosecita en el teléfono. “Mira. Todo esto se tarta de dinero: quién tiene y quién no”, dijo. “Igual que la renovación urbana de hace medio siglo, el ayuntamiento tiene la moneda para hacer lo que quiera. Esa es la historia de Tucsón”.

Y mientras Bruto colgaba el teléfono, sus palabras se desvanecían: “El velódromo, con el apoyo del dinero público de Rio Nuevo, tendrá los recursos. Y tú y tu gente no”.


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Ernesto “Neto” Portillo Jr. es editor de La Estrella de Tucsón. Contáctalo en netopjr@tucson.com o al 573-4187.