He escuchado a gente decir, como quejándose, que las cosas ya no son como antes. Los problemas sobre los que nos enteramos por los medios de comunicación ahora nos parecen mayores y de reciente aparición, como si antes no hubieran existido, como si antes las cosas hubieran sido más fáciles.

La pandemia por Covid-19 es un claro ejemplo de esta confusión, porque la humanidad había padecido de plagas o epidemias en innumerables ocasiones, pero, aun así, contemplamos incrédulos la aparición de un nuevo virus que puso al mundo de rodillas y el que se impusieran restricciones impensables. Tal vez, resultado de los grandes progresos realizados por la Medicina en el último siglo, nos sentíamos infalibles ante esos enemigos invisibles que han causado sucesivamente la aparición de nuevas enfermedades desde tiempos inmemoriales.

Nos costó trabajo, además, modificar nuestros comportamientos y rutinas cuando las autoridades de salud nos informaron cuáles eran las maneras de reducir los riesgos de contagio. Con cierta arrogancia, hay que admitir, cada uno fue decidiendo hasta dónde cumpliría esas recomendaciones, haciendo balances entre la libertad, el deseo o la comodidad individuales y el bien colectivo de frenar las olas de contagio. Todavía algunos tenemos dudas de si pudimos haber hecho más, en lo personal, para que menos se hubieran contagiado, enfermado o fallecido.

La desinformación que nos llegó por las redes sociales, por medio de personas conocidas o por cadenas de WhatsApp, nos jugó otra trampa. Nos dimos cuenta de que no podíamos creer en todo lo que recibiéramos en nuestro celular, que había fuentes no confiables o maliciosas en Internet y que necesitábamos aprender a diferenciar la verdad de la mentira, con apoyo de personas que fueran expertas. En este caso, de las y los médicos. La desinformación y la mentira siempre han existido, pero en esta época llamada “de la información” no caímos en cuenta a tiempo que información no es lo mismo que conocimiento.

Esa trampa mental de pensar que todo tiempo pasado siempre fue mejor, puede ser descartada con información objetiva. Aunque quedan muchos problemas que solucionar: la pobreza, el racismo, las violencias o el cambio climático, también ha habido avances fundamentales en el desarrollo humano. Por ejemplo, si comparamos cómo se incrementó la esperanza de vida de la generación de nuestros abuelos a la de nuestros padres y luego a la nuestra. Igualmente, los aumentos en la escolaridad o los progresos que ha hecho la humanidad para reducir el porcentaje de personas que sufren hambre y desnutrición, o la mortalidad infantil o materna.

La ciencia y la tecnología nos han permitido mejorar algunas condiciones de vida, respecto a lo que tuvieron que sufrir otras generaciones en el pasado. Como muestra reciente, las vacunas desarrolladas contra el Covid-19 en tiempo récord, gracias a décadas de estudios realizados por científicos y científicas, hicieron posible abatir las hospitalizaciones y las muertes por esta enfermedad. La humanidad hace algunas cosas ahora de mejor manera que antes y hay que valorarlo en su justa medida.

Archivo.- San Luis Río Colorado, Sonoyta y Puerto Peñasco iniciaron el 28 de junio de 2021 el proceso de vacunación en la frontera con dosis de vacunas Johnson & Johnson que Estados Unidos donó a México.

Si me permiten proponerles un hilo conductor a todos estos progresos, es que se han dado cuando actuamos en comunidad para mejorar nuestras sociedades. Hago esta reflexión porque acabamos de cumplir un año de realizar jornadas de vacunación transfronteriza contra el Covid-19 en la región en la que vivimos.

En el cruce binacional que existe entre Sonoyta y Lukeville, así como entre ambos Sásabes, nos hemos unido sociedad y autoridades de los dos países y los tres niveles de gobierno para aplicar vacunas a través de la frontera, para beneficio de las comunidades de esa región, incluido el balneario favorito de los turistas arizonenses: Rocky Point. En 38 jornadas de vacunación se han aplicado más de 16 mil vacunas de manera coordinada, colaborativa y ejemplar con el Condado Pima, Premier Medical Group, Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), la nación Tohono O’odham, las autoridades municipales de Sonoyta, Puerto Peñasco y las estatales de Sonora, junto con el Consulado de México y varios aliados más.

Esta región fronteriza muestra nuevamente que podemos y debemos trabajar unidos para afrontar nuestros retos más serios. Otra lección de la pandemia es que las acciones coordinadas dan mejores resultados, que la frontera no debe separarnos, sino unirnos; por lo que nuestro mantra seguirá siendo que “en comunidad es mejor”.


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Rafael Barceló Durazo es cónsul de México en Tucsón: Búscalo en redes sociales como @barcelodurazo.