“Estamos bien”. Este fue el texto con el que me levanté a las 3:33 a.m. hora de Tucsón el pasado Día de Reyes, luego de que un sismo de 6.4 en la escala Richter sacudiera mi isla, Puerto Rico.
La realidad era que no todos estaban tan bien como mis padres, quienes, afortunadamente, viven relativamente alejados de la zona cero.
No pude contener las lágrimas al ver las primeras imágenes de casas en el suelo, planteles escolares colapsados y niños cuyo regalo de Reyes fue dormir bajo las estrellas viendo a sus padres aterrorizados.
Nosotros, la diáspora, empezamos inmediatamente a recordar los momentos difíciles que vivimos con el huracán María. La angustia carcomió mis entrañas por algunas horas solo pensando en la acción del presidente Trump en aquella ocasión aventando servilletas de papel a un grupo de puertorriqueños que no sabían que quedarían sin servicio eléctrico y agua limpia para tomar por largos meses.
Esta vez, la respuesta del gobierno no fue diferente. El gobierno de Trump volvió a darles la espalda a los puertorriqueños.
El gobierno local sigue actuando como pollo sin cabeza, perpetuando un estado de caos e incapaz de garantizar la reconstrucción de casas y la relocalización de aquellos que aún a una semana de perder sus hogares duermen en casetas de campaña azotados diariamente por secuencias de temblores. Todo esto, contrario a las recomendaciones de varios expertos de tratar de devolver la normalidad a los ciudadanos lo antes posible.
Aunque el gobierno tanto a nivel local como federal sigue siendo motivo de decepción, la comunidad puertorriqueña, tanto en la diáspora como en la isla, ha dado cátedra en cuanto a solidaridad se refiere.
Miles se han lanzado a llevar ayuda y suministros al área afectada utilizando como medio organizaciones sin fines de lucro no asociadas al gobierno y/o la autogestión.
Nuestra comunidad ha resurgido de los escombros antes y lo hará nuevamente.
El poder de la gente se está volviendo a sentir. Mi recomendación es que nuestros miembros gubernamentales agarren un cuaderno y se sienten a escribir.