Es difícil para mí poner en palabras a Cecilia Vicuña y sus obras. Ella es una artista multimedia chilena, y hasta ahí llega la lista de nuestras similitudes, pero hay algo profundamente emocional que me impide escribir objetivamente sobre su vida y su próxima exposición en el Museo de Arte Contemporáneo (MOCA) de Tucsón.

Esto viene de una historia mucho más vieja que yo, porque cada vez que realmente me tomo un momento para pensar en lo que mis padres vivieron en los días del golpe militar en Chile el 11 de septiembre de 1973 y lo que pasaron durante la dictadura, me emociona hasta las lágrimas. Toco los escenarios imaginarios en mi cabeza, y lloro al pensar que seguramente fueron vividos por alguien en ese momento en mi madre patria. Y Vicuña, ella vivió las emociones de ver eso desde lejos en el extranjero y, de alguna manera, creo que eso es aún peor.

Sofía Moraga Franco disfrutando una empanada de marisco la última vez que estuvo en la cuidad de Antofagasta, Chile.

La reciente agitación en Chile relacionada con la constitución y la necesidad de su reescritura llevó el centro de mi ciudad de Antofagasta a casi ruinas. Las fachadas de las tiendas negras en consecuencia de los fuegos que las tragaron, los incendios apoderándose de la calle y la gente saqueando lo que podían de los supermercados en humo. Antofagasta no fue una singularidad; este caos se apoderó de diferentes lugares en todo el país.

La peor parte fue que yo no estaba ahí. No podía ser parte de las protestas por la paz, no podía estar ahí para ser mojada por los guanacos de agua con mis primos cuando salían a las calles o huir de la policía cuando decidían disparar balas de fogueo o gas lacrimógeno a la multitud. Y de alguna manera eso se sintió peor, y no puedo imaginar haber pasado por la dictadura, mirando a través de los ojos de la Ciudad de Nueva York, leyendo en los titulares lo que la familia estaba viviendo de primera mano.

Cecilia Vicuña durante el desempeño de su obra Skyscraper Quipu en Nueva York el 2006.

El comienzo de la dictadura fue un punto de inflexión para muchos chilenos, y Vicuña no fue inmune a ello. Estaba en Londres, estudiando a través de una beca en la Slade School of Fine Art cuando el golpe sacudió a la nación, y vio cómo Chile se quemaba desde lejos. Escuchó noticias de su familia semanas después de que la dictadura se apoderara de su país. Con la noticia, ella descubrió que un amigo había sido torturado, su padre había perdido su trabajo y su tío había sido desaparecido por el gobierno. Una historia no muy diferente para muchos chilenos en la época.

No era solo la gente que estaba en peligro, sino también una gran parte de la cultura chilena. Los artistas fueron detenidos, desaparecidos y se rumoreaba que algunos habían sido asesinados. Pinochet estaba destruyendo la literatura y el arte izquierdista como si fuera basura en la calle. Años más tarde, Vicuña le escribió a un amigo diciendo, “Si vamos a ser convertidos en basura y desechos, entonces bien, asumo esa posición. Soy basura y un desecho, y esa es mi lengua: el fragmento explotado”.

Cecilia Vicuña, 2017.

Eso es muy apropiado a lo que su trabajo se ha convertido, o al menos a cómo yo leo sus quipus (cuerdas de lana o algodón con ataduras o nudos que eran empleados por los incas para el registro de información): como fragmentos explotados de vida, hechos por la basura que contiene. Espero que esto sea exactamente lo que yo encuentre cuando vea su ‘Sonoran Quipu’, compuesto por las donaciones de materia vegetal y escombros de la gente de Sonora.

Vicuña está trabajando con MOCA Tucson para recolectar estos escombros de Sonora y lo que podría, para la mayoría de las personas, considerarse basura, y está creando arte con ellos. Conectando nuestras vidas entre una y otra en una tela de cosas no deseadas. La basura es el gran conector en la exposición y crea una instantánea de nuestras vidas colectivas en este desierto, como fragmentos que han sido expulsados por una explosión.

“Queríamos invitar a la gente a traernos fragmentos, cosas rotas, hermosos objetos orgánicos e inorgánicos en sus vidas que normalmente no se notarían, porque estas son las cosas con las que Vicuña hace su trabajo, y es la forma en que hace arte con y para un lugar”, dice Laura Copelin, directora adjunta y co curadora de MOCA Tucson. “Es un proceso mágico: tomar cosas que están olvidadas o incluso consideradas ‘basura’ y alquimiarlas en una obra de arte. Queríamos que la gente vea las cosas que tal vez no habían usado transformadas de esa manera, y crear un retrato del entorno dentro y alrededor de la ciudad”.

Copelin tiene la suerte de haber conocido a Vicuña en una visita a su estudio en 2018, ahí habló con la artista y formó una relación, que llevó a la colaboración actual entre ella y MOCA Tucson.

Esta exhibición es de mis vidas encontrándose, y espero con anticipación ver lo que Vicuña evocara con los fragmentos explotados de mi hogar adoptivo.

La obra de Cecilia Vicuña, ‘Seed Quipu’ en la instalación ‘DUMP! Multispecies Making and Unmaking’ en el Kunsthal Aarhus en Dinamarca el 2015.

Vicuña ha estado creando arte con todo lo que se podía encontrar desde que era una niña, primero en La Florida, un pueblo a las afueras de Santiago de Chile, donde se crió, donde iba libre como hija de artistas y creaba con sus manos lo que veía en su mente. En la década de los ochentas, cuando vivía en la Ciudad de Nueva York, en el exilio del Chile de Pinochet, creaba esculturas con basura que encontraba principalmente en la orilla del río Hudson. Las miraba flotar y se preguntaba si serían recogidas o pisoteadas. Ahora ella está aquí en Tucsón, y todavía usa trozos de basuritas para contar una historia.

La exposición se inaugura el 27 de enero, la fecha límite para colaboraciones del público es el 9 de enero, y una lectura de Vicuña, sus amigos y colaboradores es el 28 de enero. Donar vainas de semillas, trozos de hilo o cualquier cosa sin vida alrededor de tu hogar te otorgará entrada gratuita a MOCA y tu nombre estará en la lista de colaboradores del proyecto para el folleto de la exposición.


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Sofía Moraga Franco es periodista tucsonense de origen chileno y productora de contenido de La Estrella de Tucsón.