El sarape es una prenda que resalta los valores culturales de México y un símbolo nacional. Es, además, una prenda que no discrimina. A lo largo de la historia del país lo han usado desde campesinos hasta generales, desde artesanos hasta hacendados, desde figuras modernas de la actuación, como Eiza González, hasta íconos de la Revolución, como Pancho Villa.
En particular, el sarape de Saltillo está intrínsecamente relacionado con la historia del mestizaje, la cultura y el arte mexicano, llegando a ser una prenda tan icónica como el rebozo o el huipil.
Este año, todo el esplendor de estas creaciones textiles tiene un lugar especial en Tucsón, al ser protagonistas en una exhibición que reúne 27 piezas únicas, entre ellas seis sarapes elaborados exclusivamente para la exposición por el artista zapoteco Porfirio Gutiérrez.
“Esta forma artística es una parte profunda de mi cultura y es mi vida. Es como mi idioma materno o nuestras ceremonias”, afirma Gutiérrez. “La cochinilla (el insecto parásito de los nopales) produce un color, tal como el color de nuestra sangre; y la trama y la urdimbre son como el tejido de nuestro cuerpo”.
Como un homenaje a los tejidos ancestrales y a la pervivencia de las tradiciones indígenas, españolas y mexicanas, el pasado 24 de agosto el Arizona State Museum de la Universidad de Arizona dio apertura a la exposición “Envuelto en color: el legado del sarape mexicano”. Entre un tejido y otro, los espectadores están invitados a aprender sobre la historia del icónico sarape de Saltillo, la influencia regional y las manifestaciones contemporáneas.
La historia detrás de cada sarape
Para tejer un sarape mexicano tradicional se necesitan plantas tintóreas e insectos. Cada producto contiene un conjunto de variados elementos como cochinilla, añil y pericón (también conocido como estragón mexicano o caléndula de menta); granada, musgo de árbol, sempasúchitl silvestre y hojas de nuez; zapote negro, hojas de encino y sacatinta.
También se necesitan lana de borrego para los hilos y la madeja, una rueca y un telar. Pero, sobre todo, se necesita dedicación y creatividad, dos cualidades sin las cuales todo este conjunto de ingredientes y herramientas no llegaría a complementarse en una obra de arte.
Detrás de cada diseño y creación tradicional o comercial hay, sin embargo, una historia multicultural y una relación cercana de los tejedores con los recursos naturales y el medio ambiente.
Como se describe en el componente histórico de esta exposición, por miles de años los pueblos indígenas de las Américas han fabricado textiles en telares de cintura usando materiales locales, incluyendo el algodón, fibras de otras plantas y pelo de animal.
En México, así como en otras partes de las Américas, la actividad del tejido fue influenciada por la conquista española, la cual trajo consigo a las ovejas y el telar de pedal.
Durante el periodo colonial temprano se desarrolló el característico diseño del sarape de Saltillo, en el hoy estado de Coahuila, más de quinientas millas al norte de la Ciudad de México. Entre los años 1600 a 1800, estos tejidos fueron artículos de comercio populares en la región. Debido a la demanda, en su elaboración los españoles introdujeron el uso de tintes industriales.
En la actualidad, los tejedores indígenas e hispanos en México y el sudoeste de los Estados Unidos continúan interpretando estos diseños y, al mismo tiempo, conservando una centenaria tradición.
Un conjunto de coloridos sarapes
Durante el resto de este año y hasta julio de 2022, la exposición de sarapes de Saltillo estará abierta al público.
Además de la exhibición y de los videos e información histórica que acompañan a los textiles, el museo ofrece una serie de actividades complementarias, tanto virtuales como presenciales, para abordar temas como la historia, los métodos de elaboración y el diseño de los sarapes.
¿Por qué vale la pena visitar esta exposición? Lisa Falk, directora de relaciones públicas del museo, lo dice con estas palabras: “Porque esta exposición es espectacular. Los textiles tienen colores muy vibrantes. Cuesta creer que fueron fabricados a finales de 1800 o principios de 1900. Además, el trabajo del artista Porfirio Gutiérrez es admirable: él utiliza pigmentos naturales y en su obra conserva los métodos tradicionales, pero les da su propia mirada y reinterpretación”.
El artista –originario de Teotitlán del Valle en Oaxaca, México, y residente de California– estará en Tucsón el próximo 23 de octubre, guiando una visita en el museo durante una celebración comunitaria. Durante ese día la entrada será libre.
Dentro de las actividades también se ha programado un taller de pigmentación natural dirigido a quienes deseen conocer en profundidad el proceso detrás de la fuerza de los colores que hacen de los sarapes de Saltillo prendas únicas y, al mismo tiempo, obras de arte perdurables.