En 2014 me fue notificado mi cambio de la Embajada de México en Bruselas, Bélgica, al Consulado de México en Tucson, Arizona. Los lugares y el trabajo no podían ser más diferentes: pasar del frío norte de Europa al cálido desierto de Arizona. Pero la nueva misión fue de inmediato un reto para mí, pues me era encomendado venir como Cónsul Adscrito, es decir, segundo en mando en esta importante representación consular.
Mi contacto previo con los Estados Unidos había sido esporádico, principalmente por motivos turísticos, y no necesariamente en esta región. Sin embargo, pronto descubrí un estado vibrante en el majestuoso Desierto de Sonora, con un sinfín de oportunidades para acercar más a México y a los Estados Unidos como socios y amigos en distintos ámbitos: económico, comercial, turístico, cultural, deportivo.
Mi estancia en Tucson me permitió ver de cerca la importante relación histórica que Arizona -particularmente el sur- mantiene con México: lazos de siglos, antes de que nuestros países fueran independientes; el importante capital humano que compartimos, que va desde pueblos originarios (yaquis y pápagos), hasta personas con ascendencia hispana y europea que han vivido en ambos lados de la frontera; un ecosistema desértico único en el mundo, con especies vegetales y animales que no conocen fronteras ni saben de pasaportes o países.
Encontré en Tucson un nuevo hogar y un gran ejemplo de una sociedad abierta e incluyente, donde personas de diferente origen, nacionalidad, religión, raza, etnicidad u orientación sexual se entremezclan y hacen de ésta una ciudad que da la bienvenida a todos por igual. Una ciudad increíble para la vida de familia.
Mi trabajo ha implicado apoyar a las comunidades mexicanas en temas de educación, salud, asesoría financiera, programas con México y vinculación con sus estados de origen; todo ello gracias al apoyo de grandes aliados y organizaciones locales y del personal consular con vocación de servicio.
Esa labor también supuso brindar asistencia a mexicanos en situación de vulnerabilidad, detención, hospitalización o incluso a familiares de quienes perdieron la vida en busca del sueño americano. Todo ello gracias a un gran equipo profesional de personas que seguirán en Tucson sirviendo a la gente.
El liderazgo de mis cónsules -Ricardo Pineda y Rafael Barceló- me permitió también explorar y explotar nuevas oportunidades de promoción cultural, turística y deportiva entre Tucson y México. Con su apoyo, se buscaron opciones que siempre permitieran dar a conocer a otro México en esta ciudad: un México de teatro, pantomima, música clásica y barroca, jazz, rock, pintura, escultura, fotografía y más.
Conocí en Visit Tucson a un gran aliado para promover el talento binacional y el turismo entre nuestros países, con la premisa de que lo que beneficia a Tucson también beneficiará al norte de México, y viceversa. En la Universidad de Arizona y en Pima Community College descubrí a instancias con wun importante intercambio académico, cultural y científico con México.
En Tucson Rugby Club encontré a una nueva familia multicultural, un microcosmos de ese Tucson diverso, que además con el apoyo de Tucson-Mexico Sister Cities también promueve los intercambios deportivos mediante partidos de rugby en Tucson y en Guadalajara y que ha sumado a Wichita y Kansas a integrarse a ellos y a descubrir a través del deporte que mexicanos y estadounidenses tenemos mucho en común.
Aprendí de las mujeres cerveceras de Tucson cuánto tienen en común con México y cómo pueden derribar obstáculos para mostrar el camino y colaborar con sus contrapartes mexicanas en realizar una de las mejores cervezas que he probado: Las Hermanas.
En Tucson descubrí un gran respeto a la naturaleza, a cómo convivir mejor con ella y a apreciar la belleza del desierto y ver cómo esta ciudad convive con él, aun en sus partes urbanas.
Hoy concluye mi encargo en Tucson, pues en días siguientes seré trasladado a la Ciudad de México, a continuar con mi vida de diplomático, vida de nómada, que concluye una misión en un lugar e inicia una nueva en otro. Habrán sido 7 gratos años en el desierto, siempre buscando hacer de nuestros países dos vecinos más cercanos y dos mejores amigos a través de su mayor tesoro: su gente.
¡Gracias, Tucson! ¡Gracias, Old Pueblo!