Linda Ronstadt lucía un poco nerviosa cuando estaba sentada en el escenario del recién bautizado Linda Ronstadt Music Hall el 7 de mayo.
Todos los ojos estaban puestos en esta mujer nativa de Tucsón y leyenda de la música, y ella lo sabía.
"Estar sentada durante la ceremonia fue un poco difícil", admitió en una entrevista telefónica un par de días después. "A veces, el Parkinson te quita la voz y, cuando pasa, empiezo a tartamudear. No estaba preparada para hablar", dijo.
También confesó que nunca hubiera imaginado que su ciudad natal la homenajearía en ese controvertido espacio que ella había criticado cuando se construyó a principios de los años setenta.
El extenso Centro de Convenciones de Tucsón (TCC), y los contiguos Music Hall y Teatro Leo Rich se construyeron en 80 hectáreas del centro de la ciudad que durante más de 100 años fue el hogar de residentes en su mayoría de familias mexicoamericanas, Pasqua Yaqui y Tohono O'odham. Su barrio fue arrasado en nombre de la renovación urbana en un movimiento que fue conflictivo en ese entonces y sigue siéndolo para algunos residentes hasta el día de hoy.
Ronstadt se había pronunciado en contra del Centro Comunitario de Tucsón (como fue bauttizado antes de llamarse Centro de Convenciones), lo que hace que el movimiento de poner su nombre en el edificio sea un poco irónico, dijo.
"He expresado mucho mi queja sobre el Centro de Convenciones”, comentó. “Es un centro comunitario que reemplaza a una comunidad que era viable”.
La alcaldesa de Tucson, Regina Romero, dice que el dolor latente durante mucho tiempo por el TCC jugó un papel importante en su propuesta de honrar a Ronstadt, la primera mujer latina en tener un edificio de la ciudad que lleva su nombre.
"Su nombre pertenece a ese espacio y los nombres de los mexicoamericanos pertenecen a un espacio que realmente (desencadenó) un trauma que todavía está muy vivo en muchas familias, incluidas las familias mexicanas, O'odham y yaquis que fueron desplazadas de esa área para construir el Centro de Convenciones de Tucsón", dijo Romero. "Realmente se trata, para mí, de recuperar el espacio".
“Ella tiene un hermoso y largo legado en la música. Ella realmente no necesita a Tucsón para que su nombre viva para siempre”, agregó la alcaldesa. “Lo que hace es darle a Tucsón la oportunidad de reconocerla realmente como una hija. Ella y su familia tienen una larga historia aquí en nuestra ciudad y, por lo tanto, poder volver a conectarla con su historia y su cultura realmente cimenta su legado en el suroeste, en nuestro desierto de Sonora... su cultura y su cultura mexicoamericana. Creo que cambiar el nombre del Music Hall por ella es mi manera de decir que hay una historia aquí en nuestra ciudad y en nuestro centro, una historia que revive a esa familia y personas mexicoamericanas (que) fueron parte de este espacio”.
Ronstadt dijo que lo divertido de tener su nombre en el Music Hall es que su herencia mexicoamericana se perderá entre las personas que no tienen idea de ella más allá de su histórica carrera musical que cruzó géneros —country, pop, rock y mexicano— y generaciones: su carrera abarcó cuatro décadas, desde finales de la década de 1960 hasta principios de la de 2000.
"Tengo un apellido alemán", dijo, y luego se echó a reír. "Siempre es confuso para la gente. Por supuesto, muchos alemanes se establecieron en el norte de México y se casaron con mujeres mexicanas. Mi bisabuelo se casó con Margarita Redondo. Su familia había estado (en México) durante al menos 100 años".
La vida de Linda
Ronstadt dejó de cantar alrededor de 2006, cuando comenzó a experimentar síntomas de la Enfermedad de Parkinson. Le diagnosticaron este trastorno degenerativo en 2013.
Ha hecho varias apariciones públicas en Tucsón desde entonces, incluyendo un par de veladas de "conversaciones con" en el Teatro Fox Tucsón en 2014 y 2018 que les dio a los fanáticos la oportunidad de escuchar a Ronstadt contar historias sobre su carrera y su infancia en Tucsón.
También hizo un viaje en la primavera de 2019 a Banámichi, Sonora, el pequeño pueblo a lo largo del río Sonora, ubicado a varias horas al sur de la frontera entre Estados Unidos y México. Estuvo ahí, no muy lejos de donde nació su abuelo, Federico José María Ronstadt, quien emigró a Tucsón a principios de la década de 1880.
Ronstadt emprendió el viaje con sus viejos amigos Bill Steen, quien también tiene vínculos con esa área, y Jackson Browne, y estudiantes de la Academia de Artes Culturales Los Cenzontles. El realizador de documentales James Keach relató la visita en la película de 2020 "Linda and the Mockingbirds".
Ese fue el segundo documental centrado en Ronstadt. En 2019, los cineastas Rob Epstein y Jeffrey Friedman lanzaron "Linda Ronstadt: Linda Ronstadt: The Sound of My Voice", basada en su libro de 2013 Simple Dreams: A Musical Memoir.
En octubre, Ronstadt lanzará Feels Like Home, un libro que escribió con Lawrence Downes con fotos de Steen. El libro es una carta de amor a Tucsón y a México contada a través de cartas familiares, fotos, recetas y canciones de seis generaciones de Ronstadt.
El legado musical
En la ceremonia de cambio de nombre del 7 de mayo, que tuvo lugar durante la 40ª Conferencia Internacional del Mariachi de Tucsón, esta mujer de 75 años dijo aceptó el honor en nombre de toda la familia Ronstadt, pasada y presente.
"Yo vengo de un cierto ambiente musical que estaba muy informado por la radio y por la cultura de Tucsón”, dijo. “Mi familia era musical, algunos eran profesionales, algunos no lo eran para nada, pero todos tocaban y cantaban sus propios sentimientos, sus propias penas y sus propias alegrías. Por eso lo acepté en nombre de toda la familia Ronstadt. Mi abuelo tenía una banda militar, a finales del siglo XIX. Hicieron giras y salieron a la carretera a California para tocar. Eran la principal fuente de música en Tucsón. Si tenías una boda, un bautizo o un desfile militar, mi abuelo tocaba música para ti".
Cuando le preguntas sobre su propio legado en Tucsón, Ronstadt dice que no tiene idea de cómo será recordada.
"No sabes lo que la gente va a pensar de ti después de que te hayas ido", dijo. "Y no me importa, estaré muerta".
Pero dijo que entre sus mayores orgullos están sus discos mexicanos, incluido el álbum de 1987 "Canciones de mi padre". El álbum, que vendió 2.5 millones de copias y le valió a Ronstadt un Grammy, desempeñó un papel importante en el ascenso del mariachi en el escenario mundial y la prominencia de la Conferencia Internacional del Mariachi de Tucsón.
“Grabé música mexicana por las razones más autoindulgentes: me encantaba y quería cantarla”, dijo. “Y no sabía que iba a tener ningún efecto en el mundo del mariachi a largo plazo. Eran ídolos para mí, estos reyes y reinas... eran mis héroes. Así que pensar que tuve un impacto en su mundo es un poco abrumador”.
En abril, "Canciones de mi Padre" fue seleccionada por la Biblioteca del Congreso para su conservación en el Registro Nacional de Grabaciones.