Imagen captada en la Marcha del Orgullo LGBT en la Ciudad de México en junio de 2019. “Las comunidades que luchan por buscar la felicidad de todos sus miembros sin discriminar son esos ejemplos resplandecientes”, escribe en su columna el cónsul Rafael Barceló Durazo.

Cada vez se hace más conocido que junio es el Mes del Orgullo o, en Spanglish, “El Pride”. Se trata de una celebración y manifestación política de colectivos LGBTI de muchas décadas atrás, en Estados Unidos, México y otros países, pero que hasta hace poco era promovida en espacios poco visibles. Cambios culturales recientes han logrado que las personas sexualmente diversas hayan ganado visibilidad en sus demandas de respeto e igualdad, y que sus voces formen parte integral del concierto social.

Si bien se ha convertido en una ocasión a la que los colores del arcoíris dan un espíritu festivo, sus reivindicaciones originales fueron el rechazo a la violencia de la que eran víctimas las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales o intersexuales (LGBTI). Esta violencia era ejercida, incluso, por la policía. La razón por la que se celebra a finales de junio es por las protestas que ocurrieron en Nueva York en esas fechas en 1969, después de una redada policial realizada en el bar gay Stonewall, que catalizaron movimientos de lucha por la igualdad de las personas LGBTI.

Esa movilización contra la violencia creó mayor consciencia sobre las muy diversas formas de discriminación que se ejercían contra las personas con base en su orientación sexual (lesbianas, gays o bisexuales), por su identidad de género (personas trans) o por variaciones corporales en sus características sexuales (personas intersexuales).

Rafael Barceló Durazo.

Luego de décadas de luchas se han logrado derribar algunas regulaciones en las leyes y el acceso a ciertos servicios que eran discriminatorias. Primero, para cambiar legislaciones penales que consideraban delictivas sus relaciones sexuales (es todavía el caso de 69 países y en 6 de ellos se sanciona con pena de muerte). Posteriormente, para reformar legislaciones civiles que impedían contraer matrimonio o acceder a servicios de seguridad social entre parejas del mismo sexo, temas ambos en los que tanto México como Estados Unidos han realizado avances recientes.

Aunque estos cambios han derribado algunas formas institucionales de violencia y discriminación, los colectivos LGBTI siguen luchando por la aceptación plena en la sociedad. Los crímenes de odio motivados por la orientación sexual de la víctima fueron el 22% de este tipo de delitos en los Estados Unidos, según un reporte del Departamento de Justicia. Por este motivo, los departamentos de Policía de muchas ciudades han creado políticas para proteger a estas poblaciones. El Consulado de México se integró recientemente al programa Safe Place de la Policía de Tucsón para que las personas LGBTI sepan que pueden reportar estos delitos y buscar protección.

Sin embargo, las amenazas no provienen solamente de desconocidos, sino que en ocasiones se generan en los espacios más íntimos. Los rechazos familiares y el acoso o bullying de conocidos en su contra siguen causando dolor físico y mental a muchas personas de este colectivo, principalmente entre adolescentes. Jóvenes LGB intentan cometer suicidio en una tasa cinco veces mayor que las personas de su misma edad que son heterosexuales, según el Proyecto Trevor – que trabaja en la prevención del suicidio.

Los jóvenes que vienen de hogares en los que fueron rechazados por su orientación sexual tienen una tasa ocho veces mayor de intentos de suicidio que los jóvenes LGB que provienen de hogares en los que son aceptados.

A pesar de todos estos datos, o justamente por ellos, vale la pena volver al título de este artículo y preguntarnos si la diversidad es motivo de orgullo. Contrario a lo que muchos piensan, la bandera del arcoíris no representa de manera exclusiva a las personas LGBTI, sino que incluye a las personas heterosexuales: lo que significan sus colores es que todos podemos ser diferentes y convivir juntos en armonía y belleza.

En una metáfora con la sociedad y la diversidad de sus miembros, la luz solar también es una y los colores que la componen sólo se hacen perceptibles cuando al atravesar gotas de agua en la atmósfera forman un arco iris.

Las comunidades que buscan la felicidad de todos sus miembros, sin discriminar o excluir por sus diferencias, son esos ejemplos resplandecientes que iluminan de colores el cielo de nuestras más acabadas aspiraciones sociales. Eso sí es motivo de orgullo y celebración: ¡Happy Pride para todos!


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El sonorense Rafael Barceló Durazo es diplomático mexicano de carrera, cónsul titular de México en Tucsón. Encuéntralo en redes sociales como @barcelodurazo.