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Con el COVID-19 pegando más duro en el sur de Tucsón, las clínicas comunitarias son un alivio

La tasa de coronavirus en barrios hispanos es de más del doble que en áreas de mayoría blanca

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Este reportaje fue creado por La Estrella de Tucsón con el apoyo de Solutions Journalism Network, una red que capacita y conecta a periodistas para reportar cómo responde la gente a los problemas. Esta entrega es una de varias que exploran cómo el COVID-19 está impactando a la comunidad Latina de Tucsón y qué soluciones están surgiendo para ayudarla.


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Luis Ibarra comenzó a sentirse menos enérgico en febrero.

Al principio, pensó que era un efecto secundario de su medicamento para la diabetes. Su médico creyó que era un problema de estómago y le recetó pastillas.

Pero el dolor persistió, por lo que se dirigió a la sala de emergencias en mayo. Dos horas después, el peor miedo del trabajador de 42 años se confirmó con una tomografía computarizada: su cáncer de seminoma (un tipo de cáncer testicular) había regresado.

Volvió a su casa en el suroeste de Tucsón preocupado por su esposa y sus cuatro hijos. Luego, esas preocupaciones se vieron agravadas por un nuevo conjunto de síntomas: fiebre, escalofríos, dolores corporales y falta de sentido del olfato.

Regresó al hospital y recibió un segundo diagnóstico: coronavirus.

Le tomó dos meses y medio recuperarse de la enfermedad respiratoria, lo que retrasó el tratamiento esencial del cáncer. Para entonces, el tumor entre el riñón y la uretra había crecido, lo que obligó a los médicos a agregar una cuarta ronda de quimioterapia a su plan de tratamiento.

Meses después, se acerca al final de su tratamiento, pero el dolor, los mareos y las náuseas causadas por sus problemas de salud le han dificultado jugar al aire libre con sus hijos o llevarlos a comprar un helado, así como realizar sus labores habituales de reparación, pintura e instalación.

Luis Ibarra en una foto tomada el 8 de septiembre de 2020. Ibarra ha recibido apoyo de El Rio Health Center, donde cubren el costo de su quimioterapia y fue atendido de COVID-19.

Una vez que complete su tercera ronda de quimioterapia esta semana, sus médicos decidirán si el tumor aún es demasiado grande y requiere cirugía para extirparlo o si seguirán adelante con la cuarta ronda de quimioterapia, que podría afectar sus pulmones, dijo Ibarra.

Dijo que se siente aliviado de estar a más de la mitad del tratamiento, pero siempre existe la incertidumbre de lo que podría suceder después.

“Piensas que te vas a morir”, dijo Ibarra. “Piensas, ¿qué va a pasar con tu familia?”.

Impacto en el sur de Tucsón

Seis meses después de que se confirmara el primer caso del coronavirus en el Condado Pima, un análisis de La Estrella de Tucsón de los casos locales del virus confirmó que el COVID-19 ha afectado de manera desproporcionada a la población hispana del condado, como ha sucedido en prácticamente todo el país.

La tasa de casos de COVID-19 entre los barrios mayoritarios hispanos es más de dos veces mayor que la tasa entre los códigos postales de mayoría blanca, según nuestro análisis.

Los códigos postales donde radican más mexicanos tienen una tasa combinada de 40 casos por cada 1,000 personas, mientras que los códigos postales de mayoría blanca tienen una tasa de aproximadamente 17 casos por cada 1,000 personas, mostró el análisis del periódico.

Individualmente, cuatro de los cinco códigos postales con las tasas de casos más altas son mayoritariamente latinos y están ubicados en el lado sur de Tucsón. El código postal restante entre los cinco primeros es mayormente blanco e incluye la Universidad de Arizona y el área circundante.

Al 11 de septiembre, los cuatro códigos postales con las tasas más altas de casos eran el 85756, 85706, 85757 y 85714. Las autoridades de salud han explicado anteriormente que muchos factores pueden influir en los números de casos por código postal, como la cantidad de centros de salud y de casas de atención prolongada a adultos mayores.

A nivel nacional, la población latina representa el 30% de los casos de coronavirus, a pesar de representar solo el 18.5% de la población nacional, según datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de EE. UU.

La tendencia ha alarmado al Departamento de Salud del Condado Pima, así como a los funcionarios públicos locales, trabajadores de la salud y a defensores del lado sur de la ciudad.

El coronavirus, dijeron, no ha creado problemas en estas áreas, sino que los ha expuesto y agravado.

Eso incluye problemas como la falta de acceso a la atención médica y otros recursos, poblaciones con una mayor proporción de problemas de salud preexistentes, una mayor cantidad de gente en trabajos considerados esenciales – lo que significa que no pueden trabajar desde casa o han sido despedidos –, y el elevado número de viviendas multigeneracionales, es decir, donde viven otros integrantes de la familia más allá de padres e hijos, como abuelos y nietos.

En Tucsón, las comunidades del lado sur han enfrentado regularmente una serie de problemas que contribuyen a su salud, como contaminantes en el agua, altas tasas de contaminación del aire y falta de acceso a recursos, según Paloma Beamer, profesora de salud pública de la UA.

Durante el curso de la pandemia, las clínicas de salud, los grupos de defensa comunitaria y el departamento de salud han estado trabajando para brindar recursos, ya sean artículos como cubrebocas o desinfectante para manos, o ayuda con la atención médica. Pero muchos dijeron que eso es solo el comienzo.

“Es importante no solo esperar a que esta pandemia desaparezca y luego volver a la normalidad. Realmente necesitamos ver cuáles son esas disparidades y esas desigualdades y abordarlas”, dijo Betty Villegas, supervisora del Condado Pima, cuyo distrito 5 incluye la parte sur de Tucsón.

El Dr. Francisco García, director médico del condado, dijo que la tendencia más preocupante es que la población hispana parece estar siendo más afectada por el virus a medida que la pandemia se ha prolongado, mucho después de que el virus apareció por primera vez en Tucsón en marzo.

Al 11 de septiembre, los casos de COVID-19 entre la población hispana representaban el 37% de los casos del condado, lo que aparentemente concuerda con el 38% de la población hispana del condado hasta el año 2019. Pero en el 29% de los casos confirmados no se identifica la etnicidad del paciente, porque no siempre contestan esa pregunta las personas que se hacen la prueba para saber si tienen el virus.

García hizo referencia a los datos de hospitalización y muertes, donde sí tienen datos demográficos de aproximadamente el 95% de los casos, que muestran que las muertes y hospitalizaciones de hispanos superaron a las de personas blancas no hispanas en junio, julio y agosto.

Hubo 175 muertes de hispanos en comparación con 170 muertes entre personas blancas en esos tres meses, y 726 hospitalizaciones de hispanos en comparación con 476 de personas blancas. El Condado Pima estaba compuesto por un 52% de personas blancas no hispanas en 2019.

“La atribución racial y étnica de los datos de prueba no es perfecta, pero esta es una tendencia real y esta tendencia es innegable”, dijo García, y agregó que están utilizando los datos demográficos para encontrar puntos críticos para realizar pruebas adicionales.

Sin seguro médico

Cuando Luis Ibarra estuvo en el hospital por segunda vez, su esposa, Marcela Robles, de 40 años, también fue diagnosticada con el coronavirus. Lo mismo pasó con su hija Chelsea, de 18 años. Ambas experimentaron dolores y fiebre.

Su hijo, Luis, de 7 años, y su hija Amanda, de 3, tuvieron fiebre y se presume que fueron positivos. La hija mayor, Sheyja Robles, de 23 años, la única integrante de la familia que no vive en la casa, contrajo el virus mientras ayudaba a transportar a su padre a las citas con el médico.

Si bien los seis miembros de la familia se recuperaron, no estuvieron exentos de problemas.

Además de retrasar el tratamiento del cáncer de Ibarra, ninguno de ellos tiene seguro médico.

Luis Ibarra no ha podido hacer su trabajo laminando pisos, arreglando plomería o haciendo instalaciones eléctricas básicas desde marzo. Sheyja es la única que trabaja ahora, y aporta dinero para la gasolina.

“Lo más difícil para mí, personalmente, ha sido no poder trabajar, no poder proveer para mi familia”, dijo Ibarra.

Amigos de su iglesia, Sunrise Baptist Church, a quienes Ibarra llama sus “hermanos”, ayudaron a pagar los recibos, repartieron comidas y brindaron apoyo. La familia se conectó con El Rio Health, donde Ibarra recibe medicamentos para la diabetes y que está ayudando a pagar la quimioterapia.

El Instituto de Oncología Esperanza e Innovación (Oncology Institute of Hope and Innovation) cerca del Hospital St. Mary’s, donde Ibarra recibe su tratamiento, pudo proporcionarle una dosis de un estimulante de la médula ósea que cuesta $4,000 por tan solo $17 dólares a través de un programa de copago. El resto de su tratamiento ha sido cubierto por El Rio Foundation, la fundación benéfica de la clínica.

Eso le ha permitido a Ibarra concentrarse en luchar contra el cáncer por segunda vez, después de haberle extirpado un tumor en 2009. Cada ronda de su tratamiento actual incluye tres semanas de quimioterapia, a veces con tratamiento todos los días entre semana.

Fue difícil saber que su tratamiento tomaría más tiempo, dijo, porque la quimioterapia puede ser dolorosa e incómoda.

Pero aunque no tiene dinero en los bolsillos, Ibarra está feliz de no tener deudas.

“Estoy muy agradecido con (El Rio), y las personas de la iglesia y las personas de la clínica”, dijo Ibarra, conteniendo las lágrimas.

En el Condado Pima, la mayoría de los códigos postales latinos tienen algunas de las tasas más altas de personas sin seguro médico, según las estimaciones de los cinco años más recientes al 2018 de la encuesta sobre la comunidad estadounidense de la Oficina del Censo de EE. UU.

Esos códigos postales también tienden a tener tasas más altas de casos de COVID-19, según el análisis de La Estrella de Tucsón. En general, la tasa de infección en los códigos postales donde entre el 15% y el 20% de las personas no tienen seguro médico es tres veces mayor que en los códigos postales donde menos del 5% de las personas no tienen cobertura.

Los residentes de estas comunidades suelen depender de los fondos de ayuda o de las clínicas de los programas gubernamentales de atención médica, como la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Costo (conocida como Obamacare) y AHCCCS, el programa de Medicaid de Arizona, según David Martínez III, director de desarrollo de capacidades y participación comunitaria en Vytalist Health Foundation. Las personas indocumentadas no califican para el seguro médico del gobierno.

En la experiencia de Martínez, no calificar para los programas gubernamentales hace que algunos inmigrantes teman buscar ayuda, lo que afecta su capacidad para acceder a los recursos que necesitan, especialmente durante una pandemia. Esos recursos pueden ser tan simples como sentirse seguro al ir al consultorio de un médico.

“Hasta ese punto, las personas de color, especialmente la comunidad latina, debido a esa desconfianza, tienen miedo de acceder a los recursos debido a la erosión de la confianza”, dijo Martínez. "Incluso entre una familia de estatus mixto, con miembros del hogar que tienen ciudadanía estadounidense, temen estar poniendo a su familia en riesgo".

Los códigos postales donde un mayor porcentaje de hogares tienen más de una persona por habitación también tienden a tener tasas más altas de casos de COVID-19, según el análisis de La Estrella de Tucsón.

Lo mismo ocurre con los ingresos. Los códigos postales con un ingreso familiar medio más alto también tienden a tener tasas de infección más bajas.

Las consecuencias del virus han sido como un "pulpo con esteroides", según Lydia Aranda, presidenta de Chicanos Por La Causa del Sur de Arizona, refiriéndose al hecho de que un problema ha estado conduciendo a otro.

Eso ha sido especialmente cierto en términos de finanzas personales. Las moratorias sobre los desalojos y los pagos de servicios públicos han ayudado, pero la deuda está aumentando, dijo, y agregó que su grupo ha estado trabajando para atacar estos problemas.

Los latinos también se han visto más afectados por el aumento del desempleo, según Mignonne Hollis, directora ejecutiva de la Fundación de Desarrollo Económico Regional de Arizona.

Muchos latinos tienen trabajos esenciales y enfrentan despidos o no pueden trabajar desde casa. En el Condado Pima, las principales industrias para los latinos son la atención médica y la asistencia social, seguidas de los servicios de alojamiento y alimentación, según diversos datos.

Después del cierre económico en marzo, la tasa de desempleo ajustada estacionalmente para la población latina se triplicó a 19% en abril, en comparación con la tasa de desempleo nacional récord de casi 15% en ese mismo mes, según muestran los datos de la Oficina de Estadísticas Laborales.

El desempleo ha disminuido de manera constante desde entonces, pero en julio, la tasa de desempleo para los latinos todavía era casi 4 puntos porcentuales más alta que la tasa nacional de desempleo del 13%.

Esos números tampoco tienen en cuenta las personas que trabajan en trabajos especiales, como jardinería o trabajo de limpieza. Muchos son indocumentados y no son elegibles para el seguro por desempleo o recursos federales.

"Realmente está arrojando luz sobre los problemas que ya estaban allí", dijo Hollis. "Muchos de los problemas no son nuevos para nosotros, ahora están a la vanguardia y, francamente, están empeorando".

Tabla de salvación

Durante la pandemia, llenar esa brecha de cobertura de salud ha recaído en gran medida en las clínicas de salud en algunas de estas áreas. Eso incluye El Rio Health, que ha proporcionado pruebas de coronavirus de forma gratuita a los pacientes y, si dan positivo, a sus familias, independientemente de si tienen seguro.

Se ha adaptado durante la pandemia, incluida la prestación de telemedicina, lo que les ha ayudado a seguir proporcionando servicios de salud esenciales para la comunidad. También ha brindado apoyo a través de su fundación, proporcionando a las familias tarjetas de regalo para artículos esenciales en tiendas de comestibles.

“Lo que olvidamos es que las personas sin documentos son las personas que no recibieron nada como el cheque de estímulo ni nada, así que esas son las personas que simplemente se quedan olvidadas”, dijo Catalina Laborín, gerente de promoción y recursos comunitarios de El Rio.

La mayoría de los pacientes de El Rio (51%) se identifican como hispanos o latinos.

“En El Rio no solo tenemos esa conexión sino que también tenemos esa confianza”, dijo Laborín. “Así que creo que era más fácil para la gente venir, hacerse las pruebas y recibir la atención que necesitaban”.

Mamta Popat / La Estrella de Tucsón

Dra. Sudha Nagalingam, quien trabaja en el Centro de Salud Cherrybell de El Rio, escucha los pulmones de Kyle Haney durante una cita el 15 de septiembre de 2020. La Dra. Nagalingam es parte del equipo de Comando de Incidentes alrededor de COVID-19 en El Rio Health.

Fue esa confianza la que permitió a Dina Mendoza, de 49 años, y a su familia, acudir a El Rio para hacerse la prueba cuando su esposo, Humberto Gurrola, de 69 años, dio positivo por el virus después de viajar a Sinaloa, México, para asistir al funeral de su cuñado a principios de junio.

Mendoza ha recibido tratamiento para la diabetes en la clínica por 15 años y acude a El Rio con regularidad para citas de salud preventiva.

Cuando Gurrola regresó a Tucsón, ya se sentía enfermo y con fiebre. Su hijo Nicolás, de 22 años, lo llevó a emergencias. Humberto se enteró de que dio positivo al virus el Día del Padre.

Su prueba siguió saliendo positiva cada dos semanas durante dos meses, tiempo que permaneció aislado en una habitación de su casa. Le dejaban comida y medicinas en la puerta.

Gurrola perdió su trabajo en construcción hace un año cuando la empresa en la que trabajaba cerró. Antes de la pandemia, Mendoza vendía tamales y cuidaba niños para ganar algo de dinero. Nicolás trabaja unas 32 horas a la semana en la tienda El Súper.

Aunque Mendoza y su hijo seguían dando negativo a la prueba de COVID-19, ella no podía dormir la mayoría de las noches. Estaba estresada y preocupada de que su esposo pudiera tener complicaciones de salud por la edad y que ella misma, quien sufre de diabetes, pudiera estar en riesgo si contraía el virus.

“Él no me decía qué se sentía mal para no mortificarme”, dijo Mendoza.

En su quinta prueba, Gurrola al fin tuvo un resultado negativo. Pero la familia se dio cuenta de que no podían pagar la renta y todos los gastos únicamente con el ingreso de Nicolás, por lo que se vieron obligados a mudarse temporalmente a la casa de su sobrina.

“Se me cayó el mundo hasta los pies”, dijo Mendoza.

Situaciones similares se han visto en la Clínica Amistad, dirigida por voluntarios, cerca de West Irvington Road y South Sixth Avenue. Ahí se atiende sin costo a los pacientes, la mayoría hispanos.

Los usuarios de Amistad generalmente tienen recursos limitados, son trabajadores esenciales y muchos viven en hogares multigeneracionales, según la gerente de la clínica, Francelia García.

Según un análisis de los datos del censo de 2016 realizado por el Pew Research Center, los hispanos tienen más probabilidades de vivir en hogares multigeneracionales en comparación con las familias anglosajonas. Ese año, el 27 por ciento de los hispanos vivía con varias generaciones, en comparación con el 16 por ciento de los blancos.

Un voluntario atiende a un paciente en Clínica Amistad. La clínica ofrece servicios gratuitos a sus pacientes en el sur de Tucsón y recibe donaciones para continuar apoyando a la comunidad latina, primordialmente a quienes no cuentan con seguro médico.

La Clínica Amistad es pequeña y solo está abierta dos días a la semana, pero al tener una relación cercana con la comunidad a la que sirve, los voluntarios de la clínica pudieron dirigir a sus pacientes a otros recursos comunitarios, como la línea estatal 211, que ofrece atención de salud mental, ayuda con la vivienda, alimentación, vestimenta y apoyo en casos de violencia doméstica, entre otros servicios.

De los pacientes de la Clínica Amistad, el 97% no tiene seguro; el 89% se identifica como hispano; el 63% prefiere hablar español y el 77% ha vivido en EE. UU. por 11 años o menos.

“Nuestros pacientes son personas trabajadoras que no pueden darse el lujo de perder un día de trabajo y muchos están expuestos en ese ambiente de trabajo y, entonces, lamentablemente, exponen al resto de los miembros de la familia, porque todos viven en la misma casa, ayudándose unos a otros con la renta o comida, lo que puedan para apoyarse unos a otros”, dijo Francelia García.

Los de abajo

La supervisora del Condado Pima Betty Villegas pudo ver desde el principio que el distrito 5, que ella representa, era más afectado que cualquier otra parte de Tucsón. Ella y su equipo comenzaron a analizar los números y ayudaron a formar un grupo de enfoque que se reúne cada dos semanas para diagnosticar y solucionar problemas a corto plazo.

Betty Villegas, supervisora por el distrito 5 del Condado Pima, afirma que su área es de las más afectadas por la crisis del coronavirus.

Villegas descubrió que la propagación del virus se vio agravada por una gran cantidad de personas que desempeñaban trabajos esenciales y por la transmisión en sus hogares. Su oficina ha realizado esfuerzos como enviar cubrebocas por correo e informar a la comunidad, donde mucha gente tenía miedo de hacerse la prueba nasal debido a la molestia o dolor que puede causar.

La supervisora admitió que a veces ha sido difícil lograr que la comunidad de Tucsón se preocupe por el brote en las áreas más vulnerables de la ciudad, comparado con la indignación por los brotes cerca de la Universidad de Arizona.

“Fue genial movilizar tan rápido a los estudiantes, pero mi frustración fue el hecho de que no pudimos hacer lo mismo en el lado sur de la ciudad”, dijo Villegas. Agregó que su distrito incluye a los estudiantes y que combatir el brote también "fue lo correcto”.

Kacey Ernst, profesora de la Universidad de Arizona, dijo que lo que está sucediendo en el Condado Pima es similar a los escenarios que se han desarrollado en otras partes del país, con otros grupos minoritarios, y dijo que las tendencias aquí “no son sorprendentes”.

Además de los factores de riesgo de transmisión y las consecuencias graves, las comunidades minoritarias enfrentaron problemas adicionales, como la escasez temprana de cubrebocas y desinfectante de manos, la necesidad desproporcionada de usar el transporte público y una mayor densidad en hogares. Eso no incluye tasas más altas de comorbilidad (varios padecimientos simultáneos) y menos acceso a la atención médica, así como pérdidas masivas de empleos, causando que la seguridad y la nutrición se vieran afectadas.

“Muchas de estas comunidades enfrentan desigualdades estructurales; edificadas en sitios con niveles masivos de contaminación y desiertos alimentarios. Las exposiciones laborales son mayores. El racismo estructural y la discriminación impactan el estrés y la salud y todo se manifiesta en resultados de salud dispares: enfermedades cardiacas más altas, diabetes, asma, etc.”, escribió Ernst en un correo electrónico.

García, el director de salud del condado, agregó otro problema: la cultura latina.

Como latino, dijo que entiende que es difícil no abrazar o besar a los demás, especialmente a los miembros de la familia. Dijo que los latinos tienden a ser más sociales, pero también son las personas que trabajan en trabajos de servicios esenciales.

“Me rompe el corazón, porque me siento como el Grinch, pero no debería haber quinceañeras, no debería haber grandes bodas, porque no deberíamos estar reunidos”, dijo García. “Especialmente traer personas mayores a esas reuniones es una locura y solo puede hacernos daño”.

Eva Carillo Dong, integrante de la Junta del Distrito Escolar Unificado de Sunnyside en el sur de Tucsón y defensora desde hace mucho tiempo de esa comunidad, tiene las mismas preocupaciones. “Los efectos se sentirán durante mucho tiempo en nuestra comunidad”, dijo.

Agregó que la pandemia ha empeorado los problemas sobre la accesibilidad a la atención médica y la vivienda, con muchas personas que se quedaron sin trabajo y se enfrentaron al desalojo o se mudaron a la casa de un amigo o familiar.

“Los efectos en nuestra comunidad serán devastadores”, dijo Carrillo Dong.

Para la supervisora Villegas, ahora es el momento de discutir cambios de políticas sistemáticos en los ámbitos de la salud pública, el transporte público y la educación.

“No se trata de igualdad, sino de equidad”, dijo.

Ha sido una historia similar para la alcaldesa Regina Romero, quien también notó que surgían puntos críticos en el lado sur de Tucsón. El mayor problema, dijo, era simplemente la conciencia del problema. Comenzó a hacer videos diariamente en español para difundir los esfuerzos locales de mitigación.

Si bien ambas políticas dijeron que las soluciones a corto plazo, que han incluido esfuerzos para proporcionar más acceso a pruebas en el lado sur, han sido efectivas, deben ser parte de una conversación más amplia para abordar problemas sistémicos.

Romero dijo que depende de la ciudad, el condado, el estado y el gobierno federal combatir esos problemas. Dijo que ella y el Ayuntamiento de Tucsón han estado tratando de adoptar ese enfoque equitativo durante la pandemia, ya sea declarando una emergencia climática, ampliando el acceso a Internet a las familias que estudian o trabajan desde casa, y ayudando con el alquiler y los servicios públicos.

“El COVID-19 estará con nosotros por mucho tiempo”, dijo Romero. "No quiero ni pensar en eso".


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